Defiende hoy los derechos de los demás
Con motivo del día internacional de los derechos humanos, el Alto Comisionado de la Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al Hussein, emitió un llamado global para defender hoy los derechos de alguien más. Es dentro de este marco que se difundió un vídeo, donde se registra el testimonio de 20 defensoras y defensores de diferentes países para promover la campaña mundial «Defiende hoy los derechos de los demás».
A continuación transcribimos el mensaje del Alto Comisionado y una semblanza del defensor de derechos humanos Vidulfo Rosales Sierra, uno de los defensores y defensoras que participó en el documental.
“Los sucesos que hoy acontecen en el mundo causan a muchos de nosotros ansiedad e incluso temor. Vemos a seres humanos sufriendo. Se ataca a los valores de la decencia. Hay mensajes de odio e intolerancia: visiones del mundo divergentes que fomentan un egoísmo cada vez mayor. Aislamiento. Búsqueda de chivos expiatorios. Violencia.
Y esta marea de odio tóxico que asciende lentamente en numerosas sociedades, amenaza con llevarse por delante algunos de los principios más esenciales y profundos que protegen a las sociedades pacíficas.
Tenemos que detener estas tendencias. Y creo que podemos hacerlo. Nosotros –ustedes y yo- podemos fijar los límites.
No tenemos que permanecer impasibles mientras los agentes del odio fomentan la hostilidad entre las comunidades. Podemos construir puentes. Podemos alzar la voz.
Podemos defender los valores de decencia y compasión de nuestras sociedades.
Cuando alguien es víctima de abusos y siente miedo, podemos intervenir para ayudarle a salvaguardar sus derechos. Cuando una persona vulnerable es objeto de acoso, podemos intervenir. Donde haya discriminación y explotación, podemos expresarnos sin reservas, hacer saber que nos oponemos a ambas y tratar de detenerlas. Podemos unirnos a otras personas y trabajar públicamente en pro de un liderazgo más idóneo, de mejores leyes y de más respeto a la dignidad humana.
En la calle. En la escuela. En el centro de trabajo. En los transportes públicos. En la mesa de votación. En el hogar. En las redes sociales. En el deporte. Dondequiera que estemos, podemos marcar una diferencia concreta en la vida de alguien o quizá en la vida de muchas personas.
Las medidas que se adoptan en el plano local pueden generar movimientos de ámbito mundial. Eso comienza cuando todos nosotros tomamos medidas prácticas para ratificar nuestra fe en la humanidad y la igualdad.
La oficina de derechos humanos de las Naciones Unidas se encarga de promover y proteger los derechos humanos en el mundo entero. Trabajamos en pro de un mundo edificado por “nosotros, los pueblos”, como reza la Carta de las Naciones Unidas. Un mundo de justicia, igualdad y derechos humanos.
Únanse a nuestra causa. Cuéntennos lo que hacen, recopilaremos sus relatos y amplificaremos sus voces.
Esta labor comienza con cada uno de nosotros.
Defiendan hoy los derechos de los demás
El defensor de la Montaña
Vidulfo Rosales Sierra, es un defensor de los derechos humanos que nació en las entrañas de una Montaña olvidada. En la comunidad de Totomixtlahuaca, municipio de Tlacoapa, Guerrero, en el macizo de la sierra Me Phaa, un 26 de enero de 1976. Su padre Liborio Rosales, murió a los 40 años en un accidente, cuando Vidulfo cursaba el primer año de derecho en la universidad autónoma de Guerrero. Su madre Imelda Sierra, una mujer abnegada, quien a lo largo de sus 56 años ha trabajado arduamente en el campo para sostener a sus 8 hijos. Ellas y ellos nacieron a flor de tierra y bajo el auxilio de una partera. Vidulfo, por ser el primogénito, fue formado como acostumbran las familias del campo; desde pequeño caminó entre los surcos para sembrar maíz. Aprendió a usar el hacha y el machete para cortar leña. Tuvo que acostumbrarse a comer tortilla fría sobre el espinazo de la montaña. Antes de ingresar a la primaria acompañaba a su padre en las labores del campo. Una persona tenaz y muy disciplinada, recia y derecha. Su madre hasta la fecha vela por la salud de la familia con remedios caseros, porque la precariedad económica le impidió brindar lo mejor a sus 8 hijos.
En el fogón de su casa, sobre el piso de tierra escuchó las historias de los abuelos, que fueron pastores y arrieros. Es hijo del maíz, del fuego y de la lluvia. Amante empedernido de la vida del campo. Cuando logra escaparse de sus múltiples compromisos como defensor, se refugia en su pueblo para participar en las asambleas, con gusto ha desempeñado el cargo de mayordomo. Cuando tiene tiempo apoya a las autoridades para refrendar sus derechos colectivos. La fiesta patronal del señor Santo entierro es su preferida porque es el espacio lúdico donde se reencuentra con su familia y sus amigos. En la lucha que protagonizó como estudiante en la Universidad Autónoma de Guerrero forjó la casta del defensor. Participó con gran pasión para defender las casas de los estudiantes y al mismo tiempo solidarizarse con los campesinos que eran víctimas de la represión policíaca, como sucedió con la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS) el 28 de junio de 1995.
Vidulfo siempre ha sido fiel a los intereses de la clase trabajadora, nunca defraudó a sus compañeros estudiantes. En todo momento enfrentó las precariedades económicas ante la ausencia de su padre y la pobreza familiar. Logró abrirse camino en medio de una ciudad donde los jóvenes del campo son maltratados y discriminados. Sufrió desprecios, hambres y represión pero nunca olvidó los consejos de su padre ni de los sabios y sabias del pueblo. Ha crecido en esa sabiduría comunitaria y mantiene ese espíritu inquebrantable al servicio de las personas que luchan por sus derechos. Su compromiso pasa cualquier prueba cuando se trata de defender a la gente más desprotegida. Es un lector apasionado de la historia de los movimientos sociales de Guerrero.
Se formó como defensor acompañando a campesinos e indígenas de la Montaña desde hace 20 años, enfrentando las grandes pruebas con aplomo. Muchas veces le gana la pasión de estar con quienes son víctimas de los abusos y acciones injustas de las autoridades. No puede permanecer impasible, por eso salta y reacciona ante los atropellos y violaciones cometidas por quienes abusan de la fuerza que les da el poder de las armas ante una población atemorizada y sometida.
Después de las ejecuciones de Jorge Alexis Herrera y Gabriel Echeverría, dos estudiantes de la Normal de Ayotzinapa que fueron asesinados por policías federales y estatales, cuando protestaban el 12 de diciembre de 2011 en la autopista del sol, Vidulfo con todo el equipó de Tlachinollan asumimos el compromiso de acompañar a las familias y de hacer valer los derechos de la víctimas y sus familiares. Esta tragedia marcó el trabajo de Tlachinollan, porque ha implicado asumir con todo lo que está a nuestro alcance la lucha de los normalistas de Ayotzinapa.
La tragedia de Iguala, donde las corporaciones policiales y el Ejército en colusión con la delincuencia organizada, perpetraron crímenes atroces como el asesinato de 6 personas, 3 de ellas estudiantes de la Normal de Ayotzinapa, varios heridos y 43 normalistas desaparecidos, nos ha marcado para siempre en nuestras vidas como defensores y defensoras, porque ha implicado para Tlachinollan que el compañero Vidulfo y otros miembros del equipo tengan que salir del espacio institucional para estar al lado de los padres y madres.
Los papás y mamás con su testimonio de vida y el gran amor que profesan por sus hijos, nos han demostrado lo que significa defender los derechos de los demás, al grado que están dispuestos a dar su vida. Son hoy por hoy la luz de esperanza que nos convoca para que desde esta trinchera luchemos palmo a palmo para combatir la mentira y dar con el paradero de sus hijos. Ellos y ellas son nuestra inspiración y nuestra fuerza, son el ejemplo de quienes han entregado todo para construir un país cimentado en la justicia y la verdad. Son los papás y mamás de los 43 los que forjan un mundo de justicia, de igualdad y de respeto a los derechos humanos. Son el porvenir de un país sin víctimas que nace del dolor y la esperanza.