Derechos de las mujeres Muthálo’ numu mbaa xu’kuèn numu a’gò – jùba/ Defender el territorio y mujer – tierra María Isaías J. Reyes / Colectivo Xtája A’gùwuán natsé Nambàa yóo ramixté Rí jayá nímìi na’ne ña’ñí xúu xkíyu agu idù. Jína xtáà, Nambáa iya rína idù, xóthóo kra’a ga’khó rí nambòo yaxú xnúu Nikui’thà a’kuìin, Naxphí’bí agu idù Aun mbro’on. Bè’gò Igú, araxnú tsíake ijíàn gò’o, nà’khà ràyamba xkíyu agu mbíyun nàjáñuu numbaa è’ne. Tsá nè’nè kúgua Xkíyu rí màmedé’, Ná xuajian ró. Lucero de amanecer Acaba el color miel que lleva su alma tinta que alienta la fuerza de sus ojos, Vive triste, se acaba el mar de sus ojos, tiene metido su pecho el dolor que acaba el color de sus plumas . Su alma se partió, sus ojos relampaguean en el vientre de la noche. Bègò Igú, Dale fuerza A tus hijas, Se va acabando la fuerza del fuego de sus nombres, el mundo hace morirse. ¿Quién te robó la fuerza de tu retoño, en tu pueblo? Nos dicen que este año 2025, es año de la mujer, si nos preguntamos ¿Eso cambiará las violencias y femicidios en contra de mujeres? O solo es un lema de cuota para el Estado y Gobierno. No hay derecho que defienda a las mujeres en su territorio. Son silenciadas por miedo, miedo que las ha cortado sus vidas. Hemos sido testigos que no garantizan un igual acceso a oportunidades laborales, a la salud, a la educación, y a los procesos de toma de decisiones, así como de garantizar que las mujeres puedan vivir libres de violencias. Las mujeres y niñas no pueden hacer sus propias elecciones y alzar sus voces. Actualmente, nuestros cuerpos como mujeres están particularmente amenazados. Defendemos nuestro territorio de grandes extractivistas, porque es cuidar Akùun mbaa (la madre tierra), y por qué no cuidar el cuerpo de la mujer si en nuestra cultura su papel es importante, sin ella no hay pueblo. Para Xàbò Mè’phàà en su lengua mè’phàà a la mujer se le dice a’gò (mujer) y a la luna gòn’, estas palabras provienen de la misma raíz lingüística, esta relación está construido a partir de que a la luna se le considera como la reproductora de la vida en la tierra y mares, la luna camina los tiempos de sembrar, cosechar, controla las mareas, el agua, es la indicadora del tiempo, también es la que lleva el calendario de la vida en la tierra. Es por eso que gòn’ permite que la vida se reproduzca y por eso, creemos que los abuelos construyeron la lengua, al ver que la mujer tenía el mismo hacer, porque ella es la dadora de la vida del xàbò mè’phàà, por eso la mujer es la luna en la tierra en la filosofía mè’phàà, de ahí la importancia de la mujer en el territorio. Sin embargo, durante el embarazo de a’gò mèphàà (mujer mè’phàà), participa su familia como la cuidadora de la vida, pero también está presente la mujer partera, su trabajo es cuidar y encaminar a su compañera mujer en sus lunas hasta que se haga pueblo (el bebé nazca). Cuando nace el bebé, también reciben xtáragàwuan (la placenta), para los pueblos la placenta es delicado, en la interpelación de la palabra xtáragàwuan, xtá (piel) ragàwan (tu tortilla), xtágàwuan (piel que alimentó) adà, al recibir esa piel la familia tiene un cuidado especial, es considerada como tsukáa (sagrada), la envuelven con un trapo limpio, no debe ensuciarse, se le entrega limpio a Akùun mbaa (deidad tierra). Por eso en la filosofía mè’phàà, se dice que cambias de madre, porque te gestaste durante nueve meses dentro de a’gò y ahora con la placenta que te alimentó y cuidó en tu crecimiento, será enterrada en en la tierra, para que ella sea la que te alimente y cuide durante tu vida en el Numbaa (mundo) mè’phàà. Cuando el hijo del pueblo nace, lo bañan, le entierran su xtágawuan a Àkùun mbaa (tierra), eso significa que lo purifican y lo bendicen para entrar a otro mundo. Donde establece la reciprocidad con À’kùun mbàa (dios tierra) a través de los rituales, los cosmos establecen el equilibrio para su caminar de la vida con sus cosmos, deidades y territorio. Nuestras abuelas sanan la tierra para que produzca y sanar a ellas, lo mismo pasa con nuestro cuerpo y la tierra porque cargan dolores, ancestrales y presentes. Esas memorias energéticas para sanar la tenemos y traemos, territorio y mujer – tierra ahí radica nuestras energías y resistencia. Nosotras las mujeres nuestros cuerpos la tenemos que sanar con esas memorias de nuestras abuelas, ellas cuidaban sus cuerpos con la tierra, la luna, plantas que revitalizan las energías de sus cuerpos. Nuestros abuelos y abuelas respetaban el hacer de la mujer, con el tiempo de cambios y procesos de colonización hacia sus culturas fue que ya no le dieron valor a sus conocimientos y sus lenguas. Además, entender ese tiempo que dio cambio el proceso de incorporación de un patriarcado colonial que vino cambiar la vida de los pueblos originarios. Las mujeres ya no fueron valoradas dentro de sus cosmovisiones, hay limitaciones al sistema de seguridad social, salud en cuestiones a distancia geográfica, servicios culturalmente inadecuados, falta de infraestructura adecuada, las faltas de respeto a sus derechos culturales, exclusión que le afecta, la imposición de ideologías externas a las culturas autóctonas. Defender los derechos de las niñas y mujeres mè’phàà, es defender el territorio ancestral, y de otras mujeres. Si las mineras y proyectos extractivistas entran en nuestro territorio tenemos la urgencia de defender nuestro territorio y mujer – tierra. Para esta lucha en nuestros territorios, necesitamos recuperación, sanar emocional y espiritual de las mujeres. Porque nuestros cuerpos fueron violentadas, sentir dolores que no se van sino que quedan impregnadas en los cuerpos. Estoy segura que cada una de las mujeres tenemos memorias ancestrales de dolor de nuestras mamás, abuelas, bisabuelas. Estuvimos gestadas, hemos nacido y crecido y todas esas formas de violencia, el cuerpo lo soportó. Si nos acercamos a la memorias de ellas todos somos una mezcla de cultura, una historia estructural de opresiones sobre cuerpos y también sobre la tierra. Hubo una invasión, despojo, violencia sexual en contra de nuestras abuelas. De esas violencias hemos nacido, el mestizaje forzó relaciones extremadamente violentas. En nuestras culturas, nuestra lengua no tiene distinciones de género, en la lengua mè’phàà no hay distinción entre hombre y mujer si no xàbò que significa persona, para sanar nuestros cuerpo ya sea espiritual, emocional o enfermedad, decimos manethána es sanar nuestro equilibrio, el humano y la naturaleza establece equilibrio, es territorio, en estos días de reivindicación de la mujer, muchas feministas, se ponen a pelear por una lengua incluyente en español, si se pusieran a aprender otras formas de entender y relacionarse con el mundo. Pensar desde la filosofía de que la mujer es sagrada e importante, tendremos otra perspectiva. Foto: Colectivo Xtája Share This Previous ArticleNiñas y jóvenes protestan contra los feminicidios en Tlapa Next ArticleCuando las autoridades invisibilizan la violencia, solo perpetúan estigmas (XXIII microhistoria) 20 horas ago