A los cuatro años Bruno quedó huérfano de padre. Doña Porfiria tuvo que huir de Buenavista, después de haber denunciado al autor material del homicidio de su cuñado. El comisario atendió la denuncia y detuvieron al malhechor. Lo trasladaron a la cabecera de San Luis Acatlán para procesarlo. Por la ausencia de su esposo, Porfiria tuvo temor de que fuera agredida por la familia del detenido. Tenía conocimiento que el ejército la buscaba sin saber el motivo, por eso se vio obligada a huir en la noche cargado a su hija Rosenda de 8 meses y llevando a su lado a Tomás y Cirino. Caminaron cerca de 10 horas para llegar a Azoyú, donde se refugió con una familia trabajando en la cocina, para sostener a sus tres hijos. Don Manuel Plácido salió en busca de trabajo a Juchitán donde se contrataba como jornalero para limpiar las huertas de coco. Al regresar a Buenavista le informaron lo que había sucedido y se fue en busca de Porfiria a la cabecera municipal de Azoyú, donde nació Bruno.
A los cinco años se fue a trabajar con el rico del pueblo, Luis Justo. Se desempeñó como vaquero y tuvo la oportunidad de estudiar la primaria y la secundaria. Siempre demostró tener habilidades para el trabajo en el campo y el cuidado de los animales. Hasta que se casó con Patricia, Bruno fue el caporal de su padrino Luis. A los 24 años decidió vivir en Buenavista, la comunidad de sus padres. Trabajó en el campo y se desempeñó como pequeño comerciante que vendía en las comunidades panela, café, maíz y aguardiente. En San Luis Acatlán experimentó en carne propia los tratos discriminatorios de los comerciantes ricos. No sólo regateaban los precios de lo que vendía, sino que lo maltrataban y hasta le arrebataban la mercancía. Nunca se quedó callado y ante cualquier ofensa respondía con gallardía. A pesar de expresarse bien en español le gustaba comunicarse en Tu’un Savi con sus familiares y amigos. Fue irreverente con los mestizos, al grado que en algunas ocasiones se retó a golpes con los que se burlaban por ser indígena.
Cirino, su hermano mayor, fue como su maestro. Aprendió de él la visión que tenía sobre la importancia de los pueblos indígenas en las luchas contra los españoles y mestizos. Se integró al Consejo Guerrerense 500 años de resistencia Indígena. En este espacio adquirió la fuerza que necesitaba para defender los derechos de los pueblos que padecían la explotación y discriminación de los ricos de la Costa Chica. Acompañó a Cirino en las asambleas que organizaba en las comunidades de San Luis Acatlán. Asumió su propio estilo para compartir sus vivencias y expresar de forma sencilla la necesidad de reivindicarse como indígenas y organizarse para defender su vida y su patrimonio.
Fue fundamental su cercanía con el padre Mario Campos, párroco de Santa Cruz de El Rincón. Le impactó mucho su compromiso pastoral con comunidades indígenas. Le sorprendió que un sacerdote explicara la biblia en lengua Tu’un Savi. Compartieron sus grandes preocupaciones relacionadas con la pobreza, la discriminación, la violencia y la falta de justicia. El padre Mario jugó un papel determinante para unir a los pueblos. Promovió asambleas para impulsar la organización regional que se concretó en una demanda central: luchar por la construcción de la carretera Tlapa-Marquelia. Era una propuesta que cobró fuerza en las comunidades de la Costa Chica al grado que tuvieron la iniciativa de visitar a las comunidades de la Montaña para hacer un solo frente en una demanda generalizada.
En 1995 nació la policía comunitaria y Bruno Plácido Valerio fue el primer comandante regional junto con Gelacio Barrera y Jesús Carranza. Emprendieron un trabajo muy arduo y muy riesgoso. A pesar de los graves peligros se organizaron para desmantelar a los grupos de asaltantes. Los enfrentaban cuando paraban las camionetas con el fin de despojar a los pasajeros de sus pertenencias. En una ocasión, Bruno al hacer frente a los asaltantes, una bala rozó su cuero cabelludo lo que provocó que en su rostro y su cuello corriera la sangre. En lugar de ponerse a salvo y atender la herida que había sufrido, continuó con sus compañeros enfrentando a los maleantes. Desde esa fecha Bruno se ganó el reconocimiento y el respeto de las comunidades logrando avanzar en la conformación de más grupos de la policía comunitaria.
En la génesis de esta experiencia, Bruno jugó un papel relevante como un estratega de la seguridad comunitaria. Con la CRAC-PC tuvieron que hacer frente a las acusaciones penales que se integraban contra los comisarios y comandantes. En varias ocasiones algunos grupos fueron desarmados por el ejército. La misma policía judicial les impedía que patrullaran los caminos con el apoyo del ejército. Hubo varias detenciones de comisarios y también algunos policías caídos en la refriega. Bruno fue detenido por el ejército en 1996. Lo acusaban de guerrillero, lo esposaron y lo vendaron, temía de que lo fueran a matar. Lo salvaron unas personas que caminaban por el lugar.
En 1996 Bruno Plácido fue el primer comandante de la policía comunitaria y en 1998 desempeñó el cargo de primer tesorero cuando sólo había presidente, secretario y tesorero de esta nueva organización comunitaria. De 1999 a 2013 se desempeñó como consejero regional de la CRAC-PC. Con el gran reclamo que existía en muchas comunidades por las altas tarifas de luz, Bruno se dio a la tarea de documentar los casos y abanderar su lucha, estableciendo mesas de trabajo con funcionarios de la Comisión Federal de Electricidad. La respuesta masiva de los jefes y jefas de familia lo llevó a conformar la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG). Al concentrar su lucha en esta demanda varios consejeros y autoridades comunitarias cuestionaron el activismo de Bruno debido a que trataba de vincular este movimiento con la policía comunitaria.
Fue en enero de 2013 cuando en una asamblea regional convocó a los comisarios a salir al frente para ir a rescatar al comisario de la comunidad de El Mesón, municipio de Ayutla. Esa acción decidida que aglutinó a muchos ciudadanos que voluntariamente se sumaron a la iniciativa de enfrentar a los secuestradores, dio la pauta para conformar los grupos de autodefensa, que inicialmente se presentaron como policías comunitarios. Los consejeros regionales y los mismos coordinadores de la CRAC-PC se deslindaron públicamente de este operativo y se desmarcaron de estos grupos al no reconocerlos como policías comunitarios. Esta ruptura dio pie para que Bruno Plácido quedara fuera de la CRAC-PC.
Su movimiento como autodefensas de la UPOEG, adquirió gran auge, al grado que en 10 días desmantelaron al grupo delincuencial que operaba en Ayutla. Detuvieron a más de 50 personas y los presentaron en una asamblea regional realizada en El Mesón. Ante la separación con la CRAC-PC, Bruno intentó conformar un consejo de comisarios que pudiera erigirse en jueces comunitarios que se encargaran de procesar a los detenidos para luego distribuirlos en las cárceles comunitarias. Esta iniciativa no logró concretarse ante las presiones y amenazas que hizo llegar el gobernador Ángel Aguirre Rivero a través de su secretario Sofío Ramírez, de que entregara a los detenidos, de lo contrario, procederían penalmente contra Bruno. Este episodio marcó el rumbo de la UPOEG que se vio obligada a negociar con las autoridades en turno para continuar con su proyecto.
Durante los últimos 10 años Bruno Plácido logró conformar un gran movimiento de autodefensas en los municipios de la Costa Chica, al grado que se extendieron hasta Xaltianguis y en la parte sur en los municipios de Ometepec y Cuajinicuilapa. También se asentaron en el Ocotito donde se dio una división interna al conformarse el grupo del Frente Unido por la Seguridad y el Desarrollo del Estado de Guerrero (FUSDEG). En este territorio la disputa con el grupo de los Ardillos ha sido a muerte.
El liderazgo de Bruno Plácido fue perdiendo fuerza en la medida en que se ampliaba la presencia de la UPOEG a lo largo de la Costa Chica. El hombre fuerte de la UPOEG fue Ernesto Gallardo que adquirió un gran liderazgo en el corredor de la Costa Chica, al grado que se transformó en el operador de las acciones emprendidas por la UPOEG. Su presencia en esta región le permitió incorporar a gente de su confianza y a nombrar comandantes que no contaban con un reconocimiento público dentro de sus comunidades. Los grupos de autodefensa empezaron a actuar por su propia cuenta y con el tiempo varios de los comandantes establecieron vínculos con el crimen organizado, como sucedió con el comandante Pino, quien es señalado como parte de los autores intelectuales que desaparecieron al defensor del territorio Vicente Suastegui.
Bruno Placido fue un personaje polémico, un líder carismático. Su pragmatismo lo llevó a que muchas de sus actuaciones fueran cuestionables. Establecía acuerdos con las autoridades lo que generaba sospechas en sus actuaciones. Su liderazgo no logró permear entre los comandantes y policías que eran parte de la UPOEG. Minimizó los excesos y actos delincuenciales de los grupos de la UPOEG. No pudo conformar una estructura que garantizara el control interno de los grupos de autodefensa y que rindieran cuentas de sus actuaciones. Su lucha fue auténtica, dio la batalla para desmantelar los grupos de la delincuencia, sin embargo, ante la ausencia de las asambleas como máxima autoridad y la falta de controles internos lo llevó a caer dentro de las garras delincuenciales. Sus múltiples enfermedades diezmaron su poder como un líder comunitario, aun en estas condiciones seguía apoyando a las comunidades. El pasado lunes todavía visitó a la familia de Carlos González quien fue asesinado en el mercado de San Marcos. Acordó con los comisarios de Buenavista, Río Huapa y Cerro Zapote, de ir este martes por la tarde a la Secretaría de Salud para solicitar medicinas y la reparación del techo del centro de salud de Buenavista. Cuando se dirigía a la oficina de la Secretaría varios impactos de bala le arrancaron la vida.
Foto: Heriberto Paredes