No olvidemos a quienes desde la infancia cargan el pesado yugo de la discriminación. Su vida al ras de la tierra, pasa desapercibida por nuestra vista.

¿Después del huracán que sigue?

 

“La lluvia se llevó toda nuestra siembra, solo nos dejó el llanto”, dijo una abuela ñuu savi (la lengua lluvia).

Amigas y amigos,

Escribo este informe del día 9 de octubre; en esta región de la Montaña las condiciones de vulnerabilidad son extremas, con o sin huracán, de por sí estamos jodidos. Nuestra lengua, espiritualidad, formas de gobierno, pensamientos los han querido desaparecer desde siglos, pero aquí estamos como una raíz que se aferra a un pedazo de tierra para no caer al vacío.

En la madrugada del 6 de octubre nos avisaron que la Casa Residencia Artística que nuestro Colectivo Gusanos de la Memoria está construyendo en la comunidad de Llano de Heno, Municipio de Malinaltepec, fue afectada por el huracán John. El adobe no resistió tanta agua que derramó el cielo. Todo ser vivo necesita de una casa para habitar; nosotros estamos construyendo una para habitar nuestro pensamiento, fortalecer la lengua y echar raíz con los jóvenes. Soy testigo de la violencia cíclica que se hereda de una generación a otra, por eso considero que es necesario crear espacios que dialoguen con los jóvenes, partiendo de la enseñanza de las artes como un camino que ofrezca herramientas para canalizar emociones, volverlas fortaleza y esperanza para romper el ciclo de violencias y traumas. Queremos una casa para pensar y juntos seamos esa piel que cuide nuestra Montaña, aún cuando los tiempos parecen adversos, hay que desamarrar el adobe para volverla amarrar. En esta filosofía radica nuestra fuerza y la perdurabilidad de nuestra esperanza, a pesar de las afectaciones de la casa de nuestro colectivo Gusanos de la Memoria, la volveremos a levantar.

El día nueve a las seis de la mañana, tomamos rumbo hacia el municipio de Cochoapa el Grande, la tierra de la gente lluvia. Pasamos a dejar maíz a un grupo de mujeres en San Lucas y luego nos dirigimos a San Miguel Amoltepec Nuevo, en esta ocasión fuimos: Indira, Manu Ta Safi, Manu Doez, Rodolfo, José y yo.

Los caminos siguen en mal estado, la gente arregló brechas donde apenas y se puede pasar. En la bajada para llegar a San Miguel, la lluvia se comió un pedazo de tierra que al cruzar sobre ella, sentí la camioneta ladearse por el peso del maíz, me asomé y el vacío, avancé lento, pensé que nadie se había dado cuenta y no quise alarmar. No fue así, solo no dijeron nada. Sentí la tierra chiclosa, como una masa que se estiraba y te jalaba en contra de tu voluntad, la tierra nos quería escupir hacia un acantilado. Seguí lentamente y en la siguiente vuelta, la camioneta se ladeó y quedó atravesada en medio de la carretera.

Indi dijo, me bajo y con ella, se bajaron todos los demás compañeros, me quedé, miré una parvada de golondrinas que cortaban las nubes preñadas de agua, pensé en mi hijo, me guardé su voz y sentí el vacío espinar mi piel, pregunté a Rodolfo: ¿Salgo de aquí?

Desde que tengo memoria esta Montaña siempre ha estado olvidada, empobrecida; crecemos ante la adversidad, vemos morir a los nuestros. Muchos prefieren dejarse morir ante los desgastes económicos y las distancias en los caminos de terracería para llegar al hospital en la ciudad de Tlapa, así murió mi tía Candi, y muchos familiares y amigos. Los que crecemos aquí nos hemos hecho una armadura para no sentir y con los años cargamos esta memoria, que en un momento se invierte contra nosotros, la aprenden nuestros hijos y parece no tener fin.

Ningún gobierno ha ayudado por su propia voluntad a la Montaña. Las carreteras, la luz, el agua potable, las escuelas y hospitales, se hicieron gracias a la organización y exigencia de los pueblos, muchos han sido asesinados y desaparecidos por esa razón.

Volvieron a subir los compañeros a la camioneta, pesada tierra roja bajo sus pies, antes de llegar a San Miguel vi como la camioneta que manejaba José deslizó y la nuestra se volvió a ladear, pero esta vez el peso nos sacó del lodo.

Estamos conscientes que la ayuda que llevamos es minúscula ante la necesidad de toda la región, pasar por tantas cosas y no llevar mucho es una frustración presente en cada viaje, pero también uno nunca vuelve igual, lo sabe el corazón de todos los compañeros.

¿Después del huracán que sigue?

Como hace once años, se olvida, normalizamos, hasta que vuelva a pasar otra desgracia. Es urgente la ayuda, pero es más urgente que todos los pueblos de la Montaña se organicen para exigir una solución inmediata ante el hambre, pero también una solución y un ¡Ya basta!, ante el abandono de años de exclusión, marginación, desigualdad y violencia. Es necesario que todos los pueblos se unan para exigir condiciones de vida digna, aquí también somos gente, pero los gobiernos no escuchan y no quieren mirar. Los funcionarios de nuestra región solo prometen y no cumplen, usan las palabras para apaciguar el ánimo de nuestra gente.

Cuando llegamos a San Miguel Amoltepec Nuevo, platicamos con las autoridades. Manu Ta Safi y Rodolfo tradujeron desde su lengua lluvia, lo poco que llevábamos lo decidimos repartir priorizando a las mujeres mayores, mamás solteras y huérfanos, optamos por esta nueva estrategia para nuestros futuros viajes. En algunos pueblos más arriba los caminos siguen cerrados, la gente no tiene maíz y los niños tienen hambre.

Nos sentamos en la comisaría, recuerdo la mesa, la misma en la que hace siete años entregamos gotas de lluvia después de subir junto con Manu Ta Safi a pedirla en el cerro ve’e safi kuñùú, caminamos desde tres de la mañana y a medio camino vimos desplomarse el toro de la ofrenda, no aguantó subir el cerro porque había caminando por más de 24 horas desde el lugar donde lo traían, ante su caída se corrió el rumor de un augurio.

Pero había que llegar hasta la cima, todos subimos cargando la carne para ofrendar a Savi Che /deidad de la lluvia grande, los abuelos que hablaron con ella pronosticaron malos tiempos y el desgajo de un cerro. Lo que ahora nos hace tan difícil el camino.

Terminamos de repartir lo que llevábamos de la campaña “Que el maíz abra los caminos de la Montaña”, un grano de sol en la cobija del lodo. Decidimos nombrarlo así a partir de nuestra experiencia de los huracanes del 2013, donde hemos aprendido que para ayudar hay que tener presente la cultura alimentaria de la gente, de lo contrario la ayuda que recibe no cumple su objetivo, hay alimentos en su mayoría los enlatados que les hacen daño por que no están acostumbrados a comerlos. En cambio el maíz es un alimento sagrado, no puede caerse un grano porque provoca enfermedades, se le cuida y respeta, además se puede consumir de muy diversas maneras y su masa se puede combinar con otros alimentos. Nuestras abuelas cuentan memorias de la hambruna de épocas pasadas donde combinaban la masa con plátano guineo, camotes y otros tubérculos.

Empezó la llovizna, salimos antes de que arreciara y no quedar atorados en el camino; no atendimos una invitación a comer por esta razón. Una comisión de autoridades nos acompañó hasta antes de llegar al pueblo de Tierra Blanquita, alcanzamos las nubes de San Lucas y poco a poco fuimos bajando. Al llegar, recibimos muchos mensajes de nuestros paisanos de los distintos pueblos de la Montaña solicitando ayuda, a todos ellos los invitamos a sumarse a la exigencia para atender la situación de emergencia en la región de la montaña provocada por el huracán John, hay que sumarse al proceso organizativo que está llevando el Centro de Derechos Humanos Tlachinollan, el Consejo Regional de Autoridades Agrarias en Defensa del Territorio (CRAADET) Y la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias- Policía Comunitaria (LA CRAC-PC). La unión hace el amarre de voluntades que genera la resistencia y la perdurabilidad de la esperanza. Hay que exigir a los gobiernos de los tres niveles que atienda las solicitudes de los pueblos damnificados por el huracán, pero sobre todo exigir condiciones de vida digna en nuestra Montaña: carreteras, hospitales y educación.

Nuestros colectivos Gusanos de la Memoria y Centro Cultural San Francisco seguimos recaudando fondos para comprar maíz y apoyar a las personas afectadas por el huracán John, pueden hacer una donación al número Clabe BBVA 012281011419865386 bajo el concepto de “Maíz”; para más detalles contactarnos al teléfono (+52)7571222271.

Gracias,

Hubert Matiúwàa

Fotos: Emme Doez

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

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