Doña Rosario
Manantial de agua cristalina,
reveladora de verdades inconfesables.
Roca infranqueable
que agrietaste
el poder decrépito
de los represores.
Nube esplendorosa,
que agitaste tempestades,
para desmadejar,
la urdimbre delincuencial,
de los crímenes
perpetrados por los trogloditas del Estado.
Madre de mil batallas
que enjugaste las lágrimas
de cientos de familias que lloraban en silencio.
Ningún político facineroso se atrevió a increparte,
ni a contener tu furia,
porque temían ser juzgados
por las torturas infligidas a tu hijo Jesús.
Señalaste con ejemplar valentía
al campo militar número uno
como el centro de operaciones,
de las desapariciones de la guerra sucia.
Guerrera imbatible,
que encaraste al ejército,
para espetar su responsabilidad
y cobardía.
Juntaste los pesares y temores,
y fundiste en un grito
el clamor nacional,
por la presentación con vida de los desaparecidos.
Rosario:
embajadora de los derechos humanos.
Forjadora del nuevo amanecer
de la justicia para los perseguidos.
Nos enseñaste
a no doblegarnos,
ni a ceder un ápice
por nuestros desaparecidos.
A nunca callar,
ni ser presa de falacias ni mentiras.
A jamás pactar con el poder presidencial,
para no mancillar la memoria
de nuestros seres queridos.
Hoy más que nunca,
necesitamos de tu voz estruendosa
y elocuente
para que resuene en todo el país,
por los 100 mil desaparecidos,
junto con el grito de los 43:
¡Porque vivos se los llevaron,
vivos los queremos!
Las y los Tlachis