Este lunes 19 de septiembre arribarán a la Ciudad de México sobrevivientes y familiares de la guerra sucia. La causa que los une es su ingreso al campo militar número 1. Son 5 décadas de búsqueda incansable para dar con el paradero de sus hijos, hermanos y esposos que fueron desaparecidos por elementos del ejército y las brigadas blancas.
El decreto presidencial que crea la Comisión para el acceso a la verdad, el esclarecimiento histórico y el impulso a la justicia de las violaciones graves a los derechos humanos cometidas de 1965 a 1990, tiene como uno de los objetivos coordinarse con las dependencias y entidades de la administración pública federal para que el personal designado de la Comisión lleve a cabo acciones de búsqueda e investigaciones de campo con las personas y en los lugares en los que se presuma se hayan cometidos violaciones graves a los derechos humanos. Las dependencias y entidades de la administración pública federal deben coadyuvar con la Comisión en la implementación de las medidas necesarias para tales efectos. Tomando en consideración este objetivo la Comisión para el acceso a la verdad, desde el mes de junio del presente año, inició los trabajos de coordinación con la secretaría de la defensa nacional (Sedena) para la ubicación de archivos militares y la identificación de instalaciones castrenses.
Con el objeto de dar cumplimiento a este mandato se ha establecido el acuerdo con las autoridades militares de realizar acciones de reconocimiento, búsqueda e investigaciones en los lugares e instalaciones militares en los que se presuma que se hayan cometido graves violaciones a los derechos humanos. Para ellos es muy importante el acceso a los archivos con el fin de realizar investigaciones documentales que contribuyan al esclarecimiento de la verdad. También es prioritario recoger testimonios de personas sobrevivientes que estuvieron en calidad de detenidas en instalaciones militares. Para ello se ha programado el primer ingreso de reconocimiento al campo militar número 1 los días 20, 21 y 22 de septiembre con la participación de 30 sobrevivientes y 26 familiares, que estarán acompañados por representantes de las diferentes instituciones como la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas, la Comisión Nacional de Búsqueda, la Comisión nacional de derechos humanos, personal de subsecretaria de derechos humanos los comisionados y comisionadas del mecanismo para la verdad y el esclarecimiento histórico. También apoyarán en este recorrido peritos arquitectos, criminalistas y equipo de investigación de la Comisión.
Para los familiares y sobrevivientes de la guerra sucia el ingreso a las instalaciones del campo militar número 1 es un gran logro que alcanzaron a base de luchas, que desde diferentes trincheras protagonizaron por más de 4 décadas. Su persistencia y sobre todo su compromiso inalterable por la verdad, ha sido determinante para que el presidente de la república, como jefe de las fuerzas armadas, autorizará la entrada a las instalaciones militares.
Los testimonios de las y los sobrevivientes son los que han trazado esta ruta de acceso a estos sitios que se utilizaron como cárceles clandestinas. Además de sobrevivir a las torturas infligidas por agentes del estado y de haber sometidas a condiciones extremas de confinamiento y tortura, su memoria viva forma parte de este rayo de luz que puede proporcionar información relevante sobre hechos atroces. Ayudará a deshilar la madeja de este modus operandi del ejército para detener y desaparecer a personas sospechosas. Ellas y ellos nunca sucumbieron, por el contrario demostraron tener una gran consistencia política e ideológica por sus sueños de justicia. Lograron sobreponerse a las secuelas de la tortura y con gran heroísmo recuperaron su dignidad para seguir en pie de lucha.
Perdieron el miedo e hicieron públicas las atrocidades de los gobiernos represores, encararon al sistema obtuso que restringió libertades y pisoteó derechos para monopolizar el poder. La política del terror se institucionalizó con la estrategia de contrainsurgencia y el uso de la fuerza, para someter a una sociedad indómita que tomó las calles y desenmascaró los estragos de la militarización.
La centralidad de las víctimas es el eje rector de la Comisión de la Verdad. Sus testimonios son el punto de referencia obligado para reconstruir una narrativa desde su propia perspectiva. El ingreso al campo militar número 1 no tendría relevancia si no se tomara en cuenta lo que por muchos años han denunciado y declarado quienes padecieron el encierro y fueron víctimas de tortura. Ellos y ellas dan cuenta de que fueron ingresados en el campo militar número 1, de que estuvieron en varias celdas. Algunos lograron ver a otros detenidos, varios pudieron identificarlos por eso tienen mayor fuerza su denuncia, porque coinciden sus testimonios de que compartieron el mismo espacio. Sus declaraciones sirvieron para dar cuenta que el último lugar donde vieron a sus compañeras y compañeros fue el campo militar número 1. Este sitio es un referente nacional por la diversidad de información que se ha documentado por las mismas familias que han constatado que de ese lugar ya no volvieron a ver a sus familiares. Las investigaciones realizadas por cuenta propia quedaron truncas porque las mismas autoridades civiles y militares hicieron causa común para impedir el acceso a estas instalaciones. Se creó un muro infranqueable donde nadie, que no fuera militar, podía cruzar la puerta de este campo. Por eso la búsqueda no cesa y ahora tienen la oportunidad para acceder a estas instalaciones, han crecido los ánimos de recorrer los lugares donde fueron ingresados de manera forzada. Estos tres días les permitirá recrear los momentos en que permanecieron privados de su libertad. Tratarán de reconstruir los hechos y de reconocer algunos lugares donde estuvieron confinados. Recorrerán las instalaciones que seguramente les hará recordar las sensaciones que experimentaron por los tratos crueles e inhumanos que les infligieron.
El 22 de junio del presente año, fecha en que se formalizó la entrada al campo militar número 1, frente al presidente de la república Andrés Manuel López Obrador, Micaela Cabañas Ayala, hija de Lucio Cabañas Barrientos dio su testimonio sobre los trágicos días que permaneció en el campo militar número 1: “Soy orgullosamente la única hija del maestro Lucio Cabañas Barrientos y de la señora María Isabel Ayala Nava. Tras el cerco que perseguía a mi padre, un noviembre de 1974 en alguna casa del poblado de Tixtla Guerrero fuimos aprehendidos con mi abuela, mis tíos y mis primos. Todos éramos niños, fuimos aprehendidos y fuimos llevados, a este recinto donde en este momento se hace vergonzoso decirlo, pero en aquel tiempo era algo muy normal. Apenas cumplía dos meses de edad. El campo militar en ese entonces era considerado el centro clandestino de reclusión más grande de esa época. Y quiero decirles que ahí empezó nuestro calvario cuando llegamos aquí. Mi madre fue torturada, fue violada y fue ultrajada, pero me defendía porque dice que en la noche llegaban los militares y me tomaban de un pie y me ponían una pistola en la cabeza y decían: dinos dónde está Lucio. ¿pero dónde estaba? si ellos ya lo habían matado ¿a donde estaba Lucio? Ella no podía decir nada. Debo decir que mi madre era una adolescente que tenía 14 años. Quiero decir también que yo llegué aquí a los dos meses. En algún lugar de este edificio yo aprendí a caminar, aprendí a correr y a decir mis primeras palabras. En este lugar y con el cobijo de mi madre y de toda la familia Cabañas que aquí nos encontrábamos en la clandestinidad -porque así lo dijeron el gobierno de ese entonces- sufrimos tortura, tortura física, moral y psicológica, y muchas otras violaciones, incluidas las sexuales, puesto que mi madre salió de aquí embarazada del gobernador de ese entonces del estado de Guerrero. Que a mi, disculpe la palabra, me da hasta asco pronunciar su nombre. ¿y saben por qué? Por el único hecho de ser familiares del maestro Lucio, solamente por eso”.
“Aquí en este lugar donde muchas niñas, niños y adolescentes revolucionarios de pensamientos liberales y progresistas, que tenían la ilusión de cambiar sus entornos de justicia, aquí es donde vieron apagadas sus aspiraciones de un nuevo México, y de un pueblo donde hubiera oportunidades de progreso para la población más pobre y desprotegida. Aquí en este lugar, donde muchos desaparecieron, y donde muchas familias están todavía a la espera en casa de verlos regresar, queremos acceder a la justicia, queremos que nuestros familiares regresen. Yo quiero justicia por el asesinato de mi madre y de mi padre. Yo quiero acceder a esa justicia. Yo confió”.
Con este testimonio estremecedor, Micaela Cabañas, condensó el dolor, la rabia, la impotencia y la indignación de decenas de familiares que no han claudicado en su lucha para dar con el paradero de sus seres queridos. Tampoco han bajado la guardia para que castiguen a los responsables de estos crímenes de estado. Han emplazado en diferentes momentos a las autoridades federales para que accedan a los archivos del ejército y poder ingresar a las instalaciones militares. Se están dando los primeros pasos que marcan una nueva etapa en esta lucha inclaudicable de los sobrevivientes de los familiares y las organizaciones sociales que han puesto en riesgo su vida para resquebrajar el muro de la impunidad y se castigar a los militares responsables de estos crímenes. Necesitamos arribar a la verdad y colocar en el centro de esta Comisión a los personas desaparecidas, asesinados y los sobrevivientes de la guerra sucia.