En la tierra de los muertos, ahí yacen sus cuerpos de las hermanas nahuas, Abelina y Kenia, pero su memoria, sus recuerdos y sus historias están en el sentimiento colectivo de la comunidad de Tlalquetzalapa, municipio de Copanatoyac, Guerrero. En medio de la pobreza, los familiares siguen con el dolor a flor de piel en el camino del desierto de la ausencia, entre las casas desoladas y una tenebrosa calma que eleva el miedo porque el feminicida sigue libre. Sólo quedaron sus palabras y sus gritos desesperados resonando en las esquinas de su choza. En el último suspiro, en su memoria de vida quedaron grabadas las imágenes más terribles de la injusticia.
El pasado 10 de enero, personal de la Fiscalía General del Estado de Guerrero (FGE) realizaron la exhumación de ley a Abelina y Kenia en el panteón de la comunidad para determinar científicamente la causa de muerte de las dos mujeres indígenas. Para Neil Arias Vitinio, abogada del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, “queda claro que hubo una intencionalidad de supresión de la vida y que fue por los disparos de arma de fuego que causaron la muerte de las víctimas”. Los peritos encontraron extracto de un proyectil en la cabeza de Abelina, pero fue embalado para las pruebas de balística correspondientes. Sin duda, los hallazgos son elementales para el proceso jurídico, así la familia podrá acceder a la justicia y se podría garantizar el derecho a la no repetición.
Los familiares desde las 7 de la mañana se empezaron a preparar con una olla de café para ofrecerles a las personas que iban apoyar en los trabajos propios de una exhumación en el panteón comunitario. Después de cuatro horas las autoridades empezaron a llegar. El comisario municipal de Tlalquetzalapa los recibió. Demoraron unos minutos más y empezaron los trabajos de excavación, mientras los familiares permanecieron en la entrada principal del camposanto.
Los segundos, minutos y horas transcurrieron en pláticas de experiencias cotidianas, emociones contenidas y los pesados recuerdos que les llegaba a las familias. La casa bonita que había dejado Abelina o cuando se fue a trabajar a Estados Unidos para sacar adelante a sus hijos pequeños, sus palabras hacen eco como mujer independiente; a decir de Kenia, en sus últimas horas aspiraba a la libertad para no seguir siendo presa de la violencia machista y patriarcal.
Los pensamientos llegaron al fondo cuando sus cuerpos quedaron descubiertos, mirando al cielo sin la noche estrellada que solían contemplar. Estaban en ese hueco acompañándose la una a la otra con sus rostros aterrorizados por la infamia y la vida arrebatada. En el silencio y el olvido de las mujeres indígenas que no valen nada en tierras de hombres violentos. Aquí la justicia tiene precio o está del lado de los feminicidas, así como con el poder municipal.
A pesar de las ganas de seguir en esta vida para cuidar de sus pequeños hijos, ahora se encuentran en el mundo de los muertos. A saber, si es un camino sin regreso, sin embargo, los vivos viven con los muertos. Desde tiempos inmemoriales los vivos buscaban encontrarse con los muertos, de lo contrario, se sentían incompletos. Los muertos tienen memoria de vida y saben que es un momento de construcción, pues haber vivido implica necesariamente que no pueden ser inertes. Los vivos o muertos son recuerdos vivientes en la trayectoria de esta vida. La única verdad es que Abelina y Kenia no les dieron la oportunidad de tomar la decisión para llegar al mictlán, más bien, violentamente las privaron de la vida.
Lo que aún permanecen como conexiones del pensamiento son los recuerdos que permite la comunicación entre el mundo de los muertos y de los vivos, sobre todo, porque para los familiares el trato no es como si estuvieran eliminadas de esta vida. Abelina y Kenia a menudo comentaban las peripecias de sus vidas, el gusto por el verdor de los campos y sembrar milpa, pero también anhelaban una vida libre de violencia. Sus mismas palabras son un acto político para que se detenga y se castigue al responsable del doble feminicidio.
En la exhumación también estuvo presente la síndica de Copanatoyac, protección civil, integrantes de Tlachinollan, familiares y vecinos de Tlalquetzalapa. Los trabajos iniciaron aproximadamente a las 11 de la mañana y terminó a las 7 de la noche.
Doble feminicidio en Tlalquetzalapa
La reciente exhumación en el caso de Abelina y Kenia nos remite inexorablemente a un recordatorio de los hechos para que las familias accedan a la justicia. A 6 meses de acaecidos los feminicidios las autoridades estatales no han podido realizar la detención de Fernando Reyes Olivo, pareja de Kenia y quien fue el perpetrador.
En una tarde del 26 de julio de 2022 Kenia Areli López Flores llegó golpeada a la casa de su hermana Abelina Olivares López. Le contó a su hermana que había peleado con su esposo Fernando. Abelina la tranquilizó.
A las 9 de la noche una prima de Kenia recibió una llamada de Fernando donde preguntó dónde está Kenia, pero no le pudo dar razón. La prima rápidamente le marcó a Abelina para comentarle que la pareja de Kenia la andaba buscando. Abelina dijo que Kenia estaba con ella, pero que si Fernando volvía a llamar le dijera que no sabía. Tu sabes que estos se pelan y vuelven, dijo Abelina.
De acuerdo con el testimonio de uno de los hijos de Abelina, después de unos minutos mi tío Fernando acompañado de unos señores y una señora llegaron a la casa. Mi mamá les abrió la puerta para que todos entraran y se sentaran en la mesa. Recuerdo que mi tío Fernando traía una cerveza en la mano, se veía tomado. Tardaron aproximadamente siete minutos cuando de pronto Fernando le dijo a mi tía Kenia que se fuera para la casa, pero mi tía le contestó que no y empezó a llorar porque le dijo que le pegaba. Mi mamá abrió la puerta de la casa y le dijo: Sabes qué Fernando mejor vete de la casa. Él se levantó de la silla y dio unos pasos donde mi mamá se encontraba, ahí vi que Fernando sacó una pistola y le empezó a disparar a mi mamá. Los que acompañaban a Fernando salieron corriendo de la casa… Fernando se dirigió a donde estaba mi tía Kenia y también miré que le disparó con la misma pistola que traía. Mi tía Kenia se quiso proteger con sus brazos en la cara diciéndole No Fer.
Subí las escaleras para esconder a mis hermanitos y a mis primos en la planta de arriba. Cuando dejé de escuchar los disparos bajé rápidamente las escaleras y vi a mi mamá sin moverse en la entrada de la casa, tenía mucha sangre, estaba con la cara hacia arriba y vi a mi tía bocabajo en la cocina. Rápido cerré la puerta. Fernando regresó queriendo abrir la puerta y me gritó abre hijo de tu puta madre, al ver que no pudo abrir se retiró. Vi a mi mamá tirada, no sabía qué hacer, me acerqué a donde ella estaba y viéndola en la cara le dije no te vayas mamá y empecé a llorar. En el corazón me llegó el sentimiento. En ese rato le marqué a mi tía para decirle que a mi mamá la habían matado junto con mi tía Kenia. -Quién fue, preguntó mi tía. Fue mi tío Fernando, le dije, con una pistola mató a las dos, a mi mamá y a mi tía Kenia, pero ya se fue con dos hombres y una señora. En ese momento empezó a llorar mi tía. Empecé a gritar pidiendo ayuda a los vecinos. Seguía llorando. Pasaron unos minutos cuando escuché que tocaban la puerta, bajé para abrir porque era un vecino y le dije que habían matado a mi mamá. Llegó mi tía, me abrazó y cuando vio el cuerpo de mi mamá empezamos a llorar juntos, me preguntó dónde estaba mi tía Kenia, le dije que estaba en la cocina, tirada muerta.
Este es el testimonio de un menor de 14 años que fue testigo del feminicidio de su mamá y su tía. El dolor sigue en su corazón. Las imágenes pasan escandalosamente en las profundidades de sus pensamientos. En las noches se despierta desesperadamente preocupado por su mamá. Los traumas son enormes. Sin embargo, ante el ministerio público exigió: Quiero que se castigue a mi tío Fernando Reyes Olivo por haber matado a mi mamá y a mi tía.
A 6 meses de este doble feminicidio las autoridades de la Fiscalía General del Estado de Guerrero no han podido detener y llevar al feminicida a las puertas de la justicia. Al contrario, las mismas autoridades de la Fiscalía han dejado en vulnerabilidad a la familia al retirarle las medidas de protección. Este jueves 13 de enero la familia dejó de tener resguardo policiaco, ni siquiera rondines, a pesar de que en una reunión del 20 de septiembre de 2022 se acordó que mantendrían la seguridad a las víctimas el tiempo necesario. La familia insistió para que la seguridad se mantuviera hasta que detengan al agresor, no obstante, el argumento fue que no tienen suficiente personal.
Es increíble que las autoridades dejen a la deriva a familias indígenas, vulnerables ante el agresor que sigue libre y con el miedo de que pueda agredir a las mujeres que se quedaron al cuidado de 7 niños y niñas. Las mujeres de la Montaña han tenido que padecer la ola de la violencia machista. En esta región golpeada por la pobreza, el olvido, la discriminación, las mujeres indígenas víctimas de feminicidios no se les hace justicia.