El Telpizahuatl es el cerro más alto de San Miguel Del Progreso “Júba Wajíín”, el cerro vigia, que cuida y protege el territorio Me’phaa. Es el lugar prominente donde habita Ajkhunn, el señor San Marcos que representa el rayo, la potencia sagrada que atrae la lluvia. Es el punto trino donde convergen los linderos de Iliatenco, Colombia de Guadalupe, Paraje Montero y San Miguel Del Progreso en la Montaña alta de Guerrero. Desde tiempos inmemoriales el Telpizahuatl representa al Guerrero altivo, invencible e infranqueable que defiende a sus hijos e hijas contra los extraños que pretenden despojar y extraer sus riquezas con argucias jurídicas o con el uso de la metralla.
Cada 25 de abril, las familias de San Miguel suben a la cima más alta para honrar a sus ancestros y para congraciarse con las potencias sagradas. Desde ese mirador erguido los comuneros y comuneras vigilan y están siempre alertas ante la incursión de los talamontes, los mercaderes de oro, los biopiratas y ahora las empresas extractivistas. Tienen la mirada tan larga que logran distinguir en lontananza al mar del pacífico donde se forman las nubes que preñan la Montaña Sagrada, a la madre Sabenaxa, cuyo linaje son los hijos e hijas del fuego.
Su mirada es tan profunda que conocen las entrañas de la tierra. Todos sus tesoros y encantos ocultos. Sus sabios y sabias saben escudriñar las señales del cielo y contener la furia de las fuerzas de la naturaleza.
Esa sabiduría ancestral, que viene con la formación de las Montañas, es la que portan y utilizan con orgullo y gran habilidad la comunidad de San Miguel Del Progreso para hacer valer sus derechos como pueblos originarios y para utilizar las herramientas jurídicas para hacer efectiva la defensa de su territorio.
En el 2011, cuando el pueblo de San Miguel Del Progreso se enteró que su territorio estaba siendo concesionado a capital internacional – principalmente por la empresa minera Hochschild de origen peruano que opera con capital inglés –, los Xiñaa, es decir, los sabios y sabias comunitarias, subieron al Telpizahuatl a rezar para pedir luz y consejo a las potencias sagradas. Comprendieron que tenían que buscar el apoyo de organizaciones aliadas para conocer cuáles eran las intenciones del gobierno al otorgar estas concesiones a empresas extranjeras. Con el apoyo de Tlachinollan tuvieron conocimiento que la Secretaría de Economía había entregado en concesión a la empresa Hochschild gran parte de su territorio para realizar trabajos de exploración, sin que tuviera el mínimo detalle de tomarlos en cuenta.
Para la comunidad de San Miguel, esta acción arbitraria del gobierno federal no sólo representó una amenaza inminente, sino una gran ofensa y una gran traición, porque no sólo los ignoraron y los despreciaron, sino que por encima de su dignidad como pueblos, se empeñaron en destruir su vida, despojándolos de sus territorios sagrados.
Para Tlachinollan es claro que este agravio no se subsana ni repara con recursos legales, es necesario que las autoridades se abstengan de seguir ofertando sus bienes naturales al mejor postor. La batalla de San Miguel Del Progreso va al fondo contra este modelo económico extractivista, por eso desde diferentes frentes ha emprendido esta batalla, desde la organización interna, la defensa jurídica, la denuncia internacional, la solidaridad con los pueblos y organizaciones y la difusión de su lucha. Con todas estas estrategias han podido parar esta embestida y han logrado colocar en el centro del debate a los pueblos indígenas como sujetos de derecho. Por eso es un gran honor poder compartir la experiencia de “Júba Wajíín”, una comunidad ejemplar que en una asamblea tomó la decisión de defender su territorio contra el poder económico de las empresas mineras. Mandataron a sus representantes agrarios a que encabezaran esta lucha que se transformó en una gran batalla a cielo abierto contra la arremetida del gobierno, que siempre ha tratado a los pueblos originarios como entes sin derecho, como extranjeros dentro de su propio territorio, como personas subdesarrolladas que necesitan de la presencia de los supuestos agentes del desarrollo para expoliar su vida y su patrimonio.
Hacemos patente nuestro agradecimiento a la Fundación Heinrich Böll por la confianza depositada en este trabajo y por brindarnos el apoyo financiero para la publicación de esta experiencia comunitaria que conlleva fibra, tenacidad, amor por el terruño, capacidad organizativa, fuerza moral, convicciones profundas y una lección de fidelidad a las enseñanzas de sus antepasados, de no permitir que sea en vano la sangre derramada de sus héroes comunitarios y de estar dispuestos a pelear con todo para nunca prostituir a la madre que los sustenta. Es muy valioso saber cómo una comunidad Me’phaa enclavada en la Montaña de Guerrero, en medio de tantas adversidades, ha legado grandes enseñanzas para los demás pueblos hermanos, para el país entero y para el mismo gobierno, de hacer valer sus derechos colectivos, de exigir que se garantice el derecho inalienable a la consulta y de cómo se tiene que preservar la integridad de su territorio. Sobre todo de que la Ley Minera se tiene que evaluar, porque atenta contra su vida comunitaria y contra su patrimonio tangible e intangible.
Ponemos en sus manos esta experiencia que fue labrada a pulso por la gente sencilla de la Montaña que posee un acero indoblegable y una sabiduría inagotable, a imagen semejanza de sus ancestros, los hombres y mujeres de la lluvia y del fuego, los de la estirpe felina.