Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan
“A mi hijo le encantaba el deporte, sobre todo el football, a mi también. Aveces me dan ganas de jugar, pero me acuerdo de él y no puedo. Las lágrimas y la impotencia me derrumban, prefiero no hacerlo”, dice don Bernabé Abraján, padre de Adán Abraján de la Cruz, uno de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos desde el 26 y 27 de septiembre de 2014.
Adán es originario del Tixtla, Guerrero nació el 2 de enero de 1990. “Desapareció cuando tenía 24 años, el próximo enero cumplirá 28 y no sabemos nada de él. Lo más triste para mi es ver a su hijo de 10 años y a su hija de 6, correr a la puerta cuando mi esposa o yo regresamos de las jornadas de lucha. No darles buenas noticias o avances sobre el paradero de su padre es siempre muy difícil. Nosotros buscamos darles fortaleza pero es insuficiente”, advierte el padre de Adán, quien junto con su esposa Delfina de la Cruz continúan la lucha incansable por los 43 normalistas.
“Es un proceso muy doloroso, uno no hubiera querido llegar a este tiempo, pero la falta de voluntad política del gobierno nos ha hecho cumplir 43 meses sin saber dónde están nuestros hijos. A la fecha no nos ha dado ninguna información contundente, lo que sabemos se debe a organismos externos e internacionales como el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) o la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), por su parte el gobierno sólo se revuelca entre su hipótesis fabricada para encubrir a las personas responsables, y acabar el sexenio sin que las familias y nuestro país sepa lo que realmente ocurrió con nuestros hijos”.
Adán es el único hijo varón de don Bernabé, hecho que le afecta profundamente, pues con él compartía el trabajo en el campo, la siembra y cosecha de la milpa.
“En este caminar hemos despedido a mi madre que murió el 16 de septiembre de 2016 y al papá de mi esposa que murió hace quince días el 7 de abril. Los enterramos sin que supieran nada de su nieto ni de sus compañeros, se fueron también con el dolor y la sed de justicia que se impregnó en nuestras familias desde aquella noche amarga”.
Iguala “yohualcehuatl” -donde serena la noche en náhuatl- trastocó su significado el 26 y 27 de septiembre de 2014, fecha en la que también fueron ejecutados extrajudicialmente 6 personas, entre ellas 3 normalistas: Julio César Ramírez, Daniel Solís y Julio César Mondragón. Mil trescientos ocho, son los días de agonía y lucha que han vivido madres y padres de los 43 normalistas de Ayotzinapa desaparecidos.
“Ahí donde estés, espero que nuestro amor te llegue”: madre de Ayotzinapa
“Como madre siento desesperación y coraje hacia el gobierno mexicano porque son 43 meses sin avances, no tienen interés en decir realmente lo que pasó con nuestros hijos. Hoy sabemos que por más que la quieran defender, la verdad histórica no tiene validez. En cambio nosotros tenemos de conocimiento -incluso con pruebas científicas- que el Estado fue quien desapareció a nuestros 43 hijos”, refiere doña Cristina Bautista Salvador, madre de Benjamín Ascencio Bautista, estudiante de Ayotzinapa desaparecido.
“Para nosotros es muy difícil haber dejado todo y salir a las calles para exigir la aparición con vida de nuestros hijos. Son casi cuatro años de haber dejado mi casa en Alpoyecancingo, a mis hijas y mis nietas, con el firme propósito de regresar con mi hijo. Cuando estoy fuera las extraño a ellas y a mis papás, me preocupa no pasar tiempo con ellos siendo que ya son mayores, mi padre tiene 63 años y mi mamá 70. Cuándo no estoy ella pregunta a cada rato por mi, y cuando llego me pregunta cuántos días me quedaré”, expresa con tristeza doña Cristi.
El 9 de abril de 2018, Benjamín cumplió 23 años, en esa fecha su madre amorosamente le bordó una manta en la que se lee: “Papasito te amaré hasta el último suspiro de mi corazón. Eres el motor por el cual cada día lucho y sigo adelante. Ahí donde estés espero que todo el amor de la familia te llegue”, son algunas de las frases que doña Cristi de 41 años, lleva consigo en cada uno de sus pasos.
“Sabemos que no somos los únicos que estamos sufriendo, pero como madres y padres de familia hemos hecho el compromiso y no nos vamos a rendir. Ayotzinapa no quedará impune. Mientras el gobierno no dé avances de las líneas de investigación nos van a ver en las calles. Le hemos exigido al gobierno que indague la participación de los elementos del ejército, que investigue y detenga a los policías municipales de Huitzuco, que nos informe sobre la telefonía celular y el trasiego de drogas de Iguala a Chicago. Esto siempre se lo restregamos en la cara al gobierno pero ya vimos que no tiene voluntad para investigar a sus policías y a los mismo militares porque no quieren que el gobierno de Enrique Peña Nieto quede manchado de sangre por todo lo que ya hizo”. A todo el pueblo de México le digo que aquí seguimos. Estamos desesperadas porque han sido 43 meses sin tener a nuestros hijos, sin abrazarlos. 43 meses sin descansar recorriendo todos los rincones de México viendo muchas injusticias y sufriendo con tanta gente también lucha por encontrar a sus hijas e hijos. Con muchas madres hemos llorado porque solamente nosotras sabemos lo que significa no saber nada de la persona a la que más amamos. Ese dolor es el que atraviesa nuestro corazón, el que nos empuja a buscarlos hasta el fin del mundo”, concluye con voz firme Cristina, quien es ahora una mujer que ha vencido la barrera del idioma demostrando sus grandes habilidades para expresar con mucha contundencia su reclamo y exigencia de justicia. Se planta como una mujer que con el peso de sus argumentos hace tambalear a las autoridades. Su autoridad como madre de los 43 empequeñece a los burócratas que presentan informes para seguir dorando la píldora con su mentira histórica.
“Para las madres, padres, estudiantes y demás familiares, el mes 43 significa engaño, impunidad y burla. Para nosotros los 43 meses han sido de mucho sufrimiento, de tener que soportar a los funcionarios del gobierno, tantas ofensas y mentiras con el fin de dividirnos y derrotarnos. Exhibieron a nuestros hijos como si fueran delincuentes, los relacionaron con un grupo de la maña. Después dieron nombres y mostraron imágenes de testigos que fueron torturados para que dijeran que los habían quemado en el basurero de Cocula. Nos abrieron el corazón, nos desangraron, nos quisieron matar en vida, pero no pudieron. El amor por nuestros hijos es más fuerte que este martirio que nos ha impuesto el gobierno. Nuestra vida cambió de rumbo. Dejamos el campo. Nuestras manos encallecidas ahora cargan todo el tiempo las fotografías de nuestros hijos. Ya no podemos abrazar a nuestros hijos pequeños por las noches después de sembrar. Nos han obligado a dejar nuestra casa, nuestro pueblo, nuestra tierra, ahora hemos encontrado a otros amigos/as y muchas organizaciones. Todos ellos y ellas han llenado esas ausencias y esos vacíos que hay en nuestras vidas. Nunca imaginamos caminar tantos kilómetros, visitar tantos pueblos y transformarnos en defensoras y defensores que luchamos con todo el coraje y la rabia que nos da el no saber nada de nuestros hijos. Del Gobierno no podemos esperar algo bueno, sólo mentiras y traiciones. Por eso ahora estamos levantando un movimiento para reencontrarnos para reencontrarnos como ciudadanos y ciudadanas en la lucha contra la injusticia para acabar con este sistema que mata y desaparece a nuestros hijos”. Es la reflexión de don Melitón Ortega, familiar del joven Mauricio Ortega Valerio, indígena me’phaa originario de Monte Alegre, municipio de Malinaltepec, Guerrero. Meliton es uno de los voceros de las madres y padres de Ayotzinapa que se ha visto obligado a dejar su pueblo para involucrarse en esta travesía de impulsar un cambio desde el dolor de quienes luchan contra tanta infamia.
La historia que han escrito los 43 padres y madres de familia en estos 43 meses de búsqueda incansable, es el capítulo más denso que como país hemos vivido porque trastocó la vida de millones dude mexicanos y mexicanas que nos mostrábamos indiferentes ante el dolor, que justificábamos las actuaciones delincuenciales de los agentes del estado y que nos hacíamos cómplices de todas sus tropelías y aberraciones. Ya nada es igual para una sociedad agraviada, para un pueblo indignado y para miles de familias lastimadas. Quienes nos gobiernan, en lugar de sueños tendrán pesadillas porque ya no habrá más concesiones ni canonjías por el simple hecho de tener el monopolio de la violencia y usar de manera facciosa las leyes. En estos 43 meses el terreno de la justicia está haciendo brotar el nuevo fruto de esta lucha que ha costado muchas noches en vela, muchas lágrimas y muchos latidos de corazones que agonizan.
A pesar de que el terreno se ha erosionado por tanta mentira y tanta palabra hueca, el trabajo de miles de mexicanos y mexicanas ha podido revitalizar la esperanza, llenando de vitalidad los corazones adoloridos de los 43 padres y madres de familia. Ellos y ellas en este 26 de abril saldrán con la frente en alto para recordarle nuevamente al gobierno de Enrique Peña Nieto, que la página del dolor no ha dado vuelta y que hoy se escribe la historia de 43 estudiantes, que han dado la mejor lección de dignidad al pueblo de México, demostrando la pequeñez de su gobierno, porque los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, son los 43 latidos del corazón de México.