(Segunda Parte)
Desde la secundaria Lucio lideró luchas importantes dentro de la Normal de Ayotzinapa. Realizó mítines demandando la desaparición de poderes en el estado, encarando al represor Caballero Aburto. Recorrió los ocho municipios de la Costa Grande, desde Coyuca de Benítez hasta Zihuatanejo. En Atoyac hubo grandes concentraciones de campesinos dispuestos a librar batallas contra los caciques. David Cabañas rememora cómo “la policía mató a los dos hermanos Mata y a los dos hermanos Arrieta. Mataban a cambio de un pago en Petatlán, Zihuatanejo, Atoyac, San Jerónimo. En cualquier lugar andaban limpiando de delincuentes, según Caballero Aburto. Eran campesinos, no eran delincuentes, pero aun así mataron a mucha gente. El régimen había generado una tremenda desigualdad. Mucha gente que no tenía para comer le dieron trato de delincuentes. El responsable para empezar era el Estado represor y los gobiernos gansteriles que no permitían las protestas. Los que salían a las calles o decían algo contra el gobierno, al día siguiente aparecían ejecutados”.
En la región, la población tenía la costumbre de andar armados por los levantamientos que impulsó Pablo Cabañas Macedo, abuelo de Lucio. Primero fue capitán, luego general brigadier y general de brigada zapatista en la Costa Grande. Doroteo Cabañas Calderón, bisabuelo de Lucio, fue uno de los capitanes que encabezaron la revuelta en 1884 con los hermanos Desiderio, Carlos y Rafael Pinzón contra el gobernador Diego Álvarez Benítez. Había una tradición de rebeldía y confrontación contra los caciques que abusaban de los más pobres.
“Tenía 11 años en 1958, y es la primera vez que escucho a Lucio en público en Atoyac. Mi admiración fue enorme por su manera de expresarse, de hablar y de denunciar todo lo que ocurría. Ese día estaba atento porque hablaba de las matanzas, masacres, en Guerrero, la represión de los ferrocarrileros reprimidos y asesinados, igual que los médicos, los maestros, y denunciaba la explotación de indígenas henequeneros de Yucatán. Su voz hacía temblar a la muchedumbre, explicando cómo era de violento el Estado en contra del pueblo inerme. Describía muchas cosas que pasaban en el país. Era tan claros sus discursos que sobresalía de los demás compañeros que iban con él, también estudiantes. Generalmente llegaba con cuatro o cinco compañeros a Atoyac y todos iban a denunciar la represión contra el general Caballero Aburto”, narra David Cabañas 50 años después de la muerte de Lucio.
Los estudiantes hablaban indignados por lo que pasaba en los mítines de Atoyac. Lucio finalizaba con claridad. Los aplausos hacían coro al unísono, y cuando bajaba de la tribuna lo rodeaba mucha gente campesina. Decían, “Lucio, soy compadre de tu mamá” o “viví allá donde tu mamá”, “conocí a tu papá”. Lo invitaban a San Vicente de Benítez, al Porvenir, a muchos lugares.
La barbarie implanta por Raúl Caballero Aburto prendió la mecha que provocó un levantamiento de gran envergadura. Convergieron cuatro grandes movimientos para la revuelta social de 1960. El primero fue por los asesinatos de campesinos y una pobreza insostenible en las comunidades campesinas e indígenas. El segundo, fue la lucha social que emprendió Jorge Joseph, en ese entonces alcalde del puerto de Acapulco, contra el gobernador Raúl Caballero Aburto, principalmente por diferencias políticas. El tercero fue el estallido del movimiento estudiantil de marzo de 1960 contra el director del Colegio de Estado, Alfonso Ramírez, a quien se le acusaba de desvíos del subsidio que recibía la institución; se había legislado que el Colegio de Estado pasaría a ser universidad, pero sin autonomía. El cuarto fue la irrupción de la Asociación Cívica Guerrerense, impulsada por Genaro Vázquez Rojas apoyado por Leopoldo Venegas Carrasco. El 2 de septiembre de 1959 se sumaron a la lucha por la autonomía de la universidad.
El 21 de octubre de 1960 el movimiento estudiantil universitario declaró la huelga formalmente. El gobierno del estado los reprimió brutalmente. El movimiento se fortaleció con los normalistas de Ayotzinapa. Entre los líderes destacaba Lucio Cabañas, quien cursaba las primeras semanas de su licenciatura. Se desplegaron brigadas que demandaban la desaparición de poderes, aunado a la rebelión de 36 ayuntamientos.
El 11 de diciembre de 1960 la policía municipal de Atoyac detuvo a Lucio y a varios de sus compañeros, también a doña Rafaela. Se llevaron un “montón de gente” que los protegía en la plaza porque estaban haciendo un mitin. La policía daba culatazos y golpes contra los asistentes, pero no pudieron tocar a Lucio ni a otros estudiantes. Las calles quedaron manchadas de sangre. Encarcelaron a muchas personas, pero las rejas no fueron suficientes.
David Cabañas de 13 años fue testigo de la letalidad de los policías. Permanecía asustado porque eran los policías que habían matado a su padre, pero, sobre todo, porque a doña Rafaela se la estaba llevando la policía. “Me acuerdo que andaba llorando alrededor de la cárcel. Finalmente vencí el miedo y me metí a donde estaban presos para ver a mi mamá y a Lucio. Estaba llena la celda. Varios estaban chorreando sangre de la cabeza y de la frente. Los comerciantes de Atoyac que tenían un mercado a un lado del zócalo donde fue el mitin, en cantidad iban a entregar paquetes de pañuelos, algodón, vendas, mientras otras personas llevaban comida. Durante dos horas me tocó ver la solidaridad. Lucio era muy bromista, decía pues díganles que nos pasen el sonido acá para seguir denunciando “al caballo bruto” -quería decir Caballero Aburto. A todo le encontraba una broma. Era muy jovencito Lucio, tendría 22 años. Estaba fichado por la Dirección General de Seguridad como el agitador”.
El 25 de noviembre de 1960 Lucio se encontraba en la huelga universitaria en Chilpancingo, en ese lugar los militares prohibieron la entrada de víveres a varios dirigentes, después del desalojo detuvieron alrededor de 200 personas. El 30 de diciembre el gobierno de Caballero Aburto reprimió una protesta en la Alameda Granados Maldonado. Los militares dispararon contra una multitud de cuando a las 11 de la mañana protestaban contra el ejército por el asesinato de un electricista. Su delito fue colgar una manta que decía: “abajo el mal gobierno”. Las campanas repicaban sin descanso, la gente se arremolinaba. A paso redoblado llegó el general Morales Guerrero con otro pelotón, pidió a los que protestaban abrir paso, pero los ánimos se encendieron. El general ordenó disparar a quema ropa. El saldo fue de 19 muertos y decenas de heridos. La violencia continuó por varios días. El 4 de enero de 1961 se declaró la desaparición de poderes, sin embargo, en el siguiente sexenio “pusieron a otro criminal de gobernador, Raymundo Abarca Alarcón”.
El activismo de Lucio en la normal fue notable y con el tiempo destacó como dirigente estudiantil. Entre el 9 y el 13 mayo de 1961, se convocó en la Escuela Normal Rural de La Huerta, Michoacán, al XVII Congreso Nacional Ordinario para elegir al nuevo secretario general de la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México (FECSM). Las confrontaciones fueron duras porque querían imponer a un candidato de la corriente priista. Sin embargo, ganó Lucio Cabañas y estuvo entre 1961 y 1963. Era el responsable de establecer las relaciones con otras normales del país. La lucha que emprendió fue muy valiosa porque logró 300 espacios más de la matrícula que existía, así como la autorización de becas para los estudiantes. Con su arrojo en las tribunas mostró la estirpe de Zapata y de su abuelo Pablo Cabañas que pelearon por tierra y libertad.
Sus cualidades de buen orador se notaban en las tribunas del pueblo. Tenía un amplio conocimiento de los problemas sociales de Guerrero y del país. Con valor increpaba a las autoridades. Era muy claro y contundente en sus planteamientos, siempre mostró capacidad para argumentar y dejar a los mismos directivos de la Normal en entredicho, por sus flaquezas y carencia de argumentos. Su paso por la Normal tuvo resultados tangibles como la ampliación la matrícula y que sus compañeros tuvieran una mejor alimentación. Comer y aprender era lo más importante para seguir adelante.
Cuando estallaron las huelgas en la normal sus compañeros recuerdan que Lucio se subió en una esquina, en el techo, y puso la bandera rojinegra. La policía judicial no tardó en llegar y hasta el mismo ejército se parapetó. Rodearon las instalaciones queriendo agredir a los jóvenes. Lucio nunca se arredró, era un joven decidido y de profundas convicciones. Su herramienta de lucha siempre fue la constitución del 17 y el mismo reglamento de la escuela. Con eso salía a dar la batalla. Aquella vez no pasó a mayores, pero sí estuvo latente la amenaza.
La ola represiva siguió. El 31 de diciembre de 1962 el ejército y la policía reprimió un mitin en Iguala asesinando a seis campesinos. En 1963 Lucio se graduó como licenciado en educación primaria y le dieron su plaza en la comunidad de Mexcaltepec, municipio de Atoyac de Álvarez. Los campesinos le pidieron ayuda para enfrentar a la empresa maderera que con pistoleros talaban irracionalmente el bosque. Les propuso que se organizaran para recuperar la madera y así poder venderla. Con el apoyo de Lucio se animaron y lograron sacar provecho de sus bienes naturales. Estuvo poco tiempo en la comunidad, pero fue suficiente para impulsar un proceso autogestivo. Pronto llegó su cambio para la escuela primaria Modesto Alarcón de Atoyac. En esos años ingresó a la SNTE con la que levantó un gran movimiento en la región.
Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan