(Tercera Parte)
En 1966 Lucio regresa a dar clases a la primaria Modesto Alarcón. En la escuela Juan N. Álvarez de Atoyac se gestaba un movimiento de padres de familia que pedían el regreso del maestro Alberto, acusado por la directora Julia Paco Piza de comunista, por plantearle a los estudiantes que la educación tenía que ser gratuita. El problema central giraba alrededor de las cooperaciones excesivas que exigía la directora. A pesar de que la mayoría de padres de familia era de escasos recursos, les cobraba 25 centavos por alumno al mes. Esta situación se fue complicando al grado que pidieron el apoyo de los maestros Lucio Cabañas y Serafín Núñez. Además de tratar el tema del regreso del profesor Alberto, abordaban el problema de las cuotas mensuales. Sin pretenderlo Lucio se convirtió en el líder del movimiento de la escuela Juan N. Álvarez.
El 18 de mayo de 1967 el comité de padres de familia realizó un mitin en la plaza central para exigir la destitución de la directora. La situación era tensa, al grado que algunos padres estaban decididos a confrontarse con los pistoleros de los caciques. La policía judicial se distribuyó entre los asistentes para arremeter en el momento más indicado. Cuando Lucio intervino se armó la gresca. Los judiciales dispararon sus armas contra la multitud. Mataron a cinco campesinos. La intención era asesinar a Lucio, pero la gente lo protegió. Doña María Isabel Gómez miró cómo un policía le disparaba a su esposo, sin arredrarse sacó un picahielo y lo clavó al asesino, pero otro policía le disparó por la espalda. Embarazada cayó al piso, su bebé aún se movía aferrándose a la vida.
Había maestros del pueblo que estábamos dispuestos a orientarles no solo en la educación, sino en su lucha, como parte del pueblo, padres de familia parte del pueblo, contra todo el régimen, contra el gobierno, contra la clase rica. Y nos metimos con los problemas contra las compañías madereras, contra el ayuntamiento, contra la explotación de los ricos ahí en Atoyac. Y se creó el movimiento. Entonces fue que se enojó don gobierno y nos mandó un montón de judiciales y nos hicieron una matanza el 18 de mayo. […] Murió el compañero Regino Rosales, el compañero Arcadio Martínez, el compañero Chano Castro, el compañero Prisciliano Téllez y la compañera Isabel Gómez, que estaba embarazada y todavía la fueron a levantar y se le movía el niño en la barriga.[1]
El gobierno responsabilizó a Lucio Cabañas, “cuando en realidad fue el gobierno quien hizo la masacre y forzó a Lucio a subirse a la sierra. Él no sube, lo suben a la sierra”, señala Pablo Cabañas. El 19 de mayo empezó a realizar asambleas en las comunidades, como lo hacía cuando era estudiante, para platicar con la gente para hacer una revolución. En esos años había conflictos intercomunitarios. La gente se mataba por cualquier cosa, “a veces con razón y a veces sin razón. Por ejemplo, los Hernández tenían conflicto con los Gómez, y los Mesino con los Olea. Lucio explicaba, compañeros, es que los Gómez no pueden ser el enemigo porque todos somos pobres. Comemos chile con sal, memela con sal y todos sufrimos lo mismo. El enemigo no está aquí, es el gobierno. Contra esos sí hay que pelear. ¿Por qué pelean los Gómez o los Hernández? Compañeros, los invito a que arreglemos las cosas”. Poco a poco se fueron arreglando los conflictos entre los vecinos.
Las familias que tenían rencillas hicieron las paces y sus hijos se fueron de guerrilleros. Decían, “profesor, si usted no hubiera arreglado los problemas mis padres se tendrían que andar cuidando con las armas en la mano”. Estos jóvenes llevaban los alimentos o la información a los campamentos. “Profe, ahí viene el ejército”, o en ocasiones avisaban de “soplones”. Por eso el ejército tuvo que arrasar con comunidades enteras porque eran bases de apoyo para la guerrilla.
Las masacres siguieron: el 20 de agosto de 1967 las guardias blancas arremetieron contra un mitin en Acapulco, masacrando a decenas de copreros. El 22 de abril de 1968 un comando armado, enviado por la recién conformada Asociación Cívica Nacional Guerrerense, liberó a Genaro Vázquez Rojas de la cárcel de Iguala. Alrededor de 1969 la ACNR conformó tres comandos armados, mientras la guerrilla de Lucio Cabañas se extendía en los municipios de San Jerónimo, Tecpan de Galeana, Coyuca de Benítez y Atoyac.
Las familias campesinas no tenían más alternativa que levantarse contra el mal gobierno. La vida se definía entre el hambre y las balas de la policía o del ejército. La pobreza extrema cobró la vida de muchas personas porque no había centros de salud y el más cercano estaba en Atoyac. El comisario tenía un cuerno que usaba cuando alguien enfermaba. En varias ocasiones “eran las tres o cinco de la mañana cuando tocaba el cuerno cuuu, cuuu. Inmediatamente los hombres de la casa íbamos a ver, qué había pasado. Alguien estaba muy mal. En ese rato llevábamos una hamaca, dos soleritas para hacer un amarre y de dos maderas largas paralelas poníamos un travesaño en cada extremo. Acostaban al enfermo y cargándolo empezábamos a correr a paso veloz hasta llegar a Atoyac, para que recibieran atención”. Las autoridades estatales y federales no les importaba el sufrimiento de la gente. Protegían a los empresarios madereros, a los caciques, pero la vida de un campesino no era nada.
A pesar de esta situación tan precaria que vivíamos en el campo los jóvenes salían a jugar basquetbol en las canchas, los más chicos corrían entre gritos y risas; los señores grandes se reunían para jugar dominó, pero en las pláticas sobre la situación de los pueblos la gente estaba decidida a todo. En algunas comunidades abundaban los Cabañas, los Gervasio, los Serafines y muchos más. En los años de la guerrilla el ejército sospechaba que todos eran familiares de Lucio. Arrasaron con las comunidades que consideraban aliadas de Lucio. Destruyeron todo y se llevaron a cientos de personas que siguen desaparecidas.
Lucio fue un hombre ejemplar, amoroso con todos. Para David Cabañas era el mejor hermano y un gran compañero, algo parecido a su segundo padre. Fue un gran revolucionario. Nunca claudicó, siempre anduvo en la sierra luchando por la liberación de los pueblos pobres. “Cuando él estaba en la ciudad estaba profundamente preocupado por la gente porque estar en guerra es una vida llena de peligros”.
Tenía una capacidad de líder impresionante. No mandaba, ni ordenaba. Cuando les pedía algo a sus compañeros, siempre les preguntaba si estaba bien. “Nunca daba muestra de un estado de neurosis. Irradiaba una gran serenidad que superaba las pruebas más difíciles. Nadie se negaba para realizar las actividades porque en eso consiste ser revolucionario”. A David Cabañas lo comisionaban para realizar algunas tareas en la ciudad. Bajaba de la sierra con gusto porque significaba que le tenían confianza. Algunos de sus compañeros se sorprendían porque nunca le pasó nada, aún metiéndose a la boca del lobo. Sin embargo, su secreto fue porque, “era gato de monte y los contactos con los pueblos eran de gran apoyo. Aun con los cuidados que tenía, en agosto de 1970, me detuvo por 4 horas el ejército, cuando iba a visitar a mi mamá. Tenía 22 años. Me dieron un puñetazo, me amenazaron y me llevaron al Nanchal, pero la gente de mi pueblo siguió a la tropa de 50 soldados. En la entrada de la comunidad bajo un árbol de mango me dieron un jalón de orejas y de los cabellos. Me amenazaron y me dijo el capitán que me largara. La guerrilla todavía no atacaba al ejército, por eso tuve oportunidad de que me liberaran”.
La estrategia de guerra de guerrillas que implementó el Partido de los Pobres y la Brigada Campesina de Ajusticiamiento fue contra los policías. En pequeños comandos se desplazaban para realizar una guerra de desgaste contra el enemigo. En las emboscadas recuperaron rifles, fornituras y municiones. Aproximadamente en 1971 los enfrentamientos fueron con el ejército. Lucio buscó afianzar su lucha con la ayuda de las comunidades. Grababa sus discursos y charlas para que se difundieran entre la población, para que tuviera una idea de la revolución. Si los soldados mataban a campesinos, los guerrilleros mataban a sus enemigos; si mataban al pueblo, también mataban al enemigo del pueblo. Los agravios eran generalizados. En cada familia había al menos un asesinado o desaparecido por los policías y militares. En ese año Antonio López Barrientos, medio hermano de doña Rafaela, fue desaparecido por el ejército.
Florentino Loza Patiño subió a la sierra con sus hermanos y hermanas. A una de ellas la mencionan en los testimonios de los sobrevivientes como Nidia. Eran de El Porvenir. Cuando Florentino bajó de la sierra se fue a Oaxaca porque empezó la represión más fuerte. Se alejó para ponerse a salvo, pero lo localizaron. Probablemente «le pusieron cola» cuando su esposa iba a verlo. Su hermano Pablo también fue desaparecido por el ejército.
El Estado mexicano implementó una estrategia de contrainsurgencia que contempló el plan Telaraña desplegado el 2 de marzo de 1971, que incluía operaciones de rastreo y una operación especial Caza Conejo; el plan Luciérnaga en 1973, y operación Amistad, que consistía en aumentar las detenciones y desapariciones de cualquier persona que les pareciera sospechosa. Cuenca Díaz y Luis Echeverría golpearon la guerrilla creando aldeas vietnamitas. En los momentos cruciales Cuenca Díaz, secretario de la Defensa Nacional, ordenó “no vayan tras esos hijos de la chingada que están en el monte, vayan a las comunidades y tráiganme a los que les dan de comer”.