Opinión Lucio Cabañas: el paladín de los pobres (Cuarta parte y última) Un día normal en la sierra de Guerrero. Con la brisa matutina, el último guardia levantaba a todos en el campamento porque de 6 a 7 de la mañana había ejercicio. La comisión de cocina no estaba en los entrenamientos porque se dedicaban a elaborar el almuerzo. Dejaban listo el nixtamal para moler la masa y hacer las tortillas. Tenían que llevar leña delgadita para que no hiciera humo. La guardia era permanente, el compañero responsable hacía el rol y tenía el nombre de cada uno. Le tocaba vigilar que todos pasaran. En caso de no cumplir había sanción, por eso permanecían atentos. Cada hora había cambios día y noche. El profesor René daba unas horas de clase. Lucio impartía Historia y Filosofía. Otro hablaba del reglamento. A las 10 de la mañana tocaba el almuerzo, con el lujo de unos frijoles “apozonques”. La comida oscilaba entre las 5 a 7 de la tarde. Las horas transcurrían con las comisiones saliendo y entrando en la espesura del bosque. Las piedras y los árboles frondosos fueron testigos de la hazaña. En medio del trajinar repentinamente brincaban reptiles, venados y otros animales. Cuando se podía hacer ruido con las armas, algunos iban de cacería. No era muy común porque se ocupaba la resortera para las iguanas. Los alimentos los conseguían de los pueblos que apoyaban. Muchas veces pagaban a la gente por el maíz que les daban, otras veces lo donaban. Había comisiones para la guardia, la cocina, orden y vigilancia, los que iban por leña y los alimentos, y quienes iban a entrevistarse con algunas personas que había que ver en algún lugar de la sierra para no exponer el campamento. David Cabañas era el que más salía del núcleo guerrillero, siempre fue el BIM. Era la tarea más compleja en un contexto extremadamente polarizado. Con una pistola en la mano bajaba de la sierra a recoger balas, armas o guiar a las personas para que salieran de la serranía. En el campamento guerrillero había lecturas individuales y escritura. Se leía a Lenin, El Capital de Marx, a Engels, a Mao Tse Tung, Ho Chi Minh, Fidel Castro, el Che Guevara; “La guerra de la pulga, de Robert Taber, que habla de la guerra de guerrillas contextualizado en Filipinas, Asia. Describe muy bien cómo es la táctica guerrillera; es como las pulgas en el perro, cuando ataca la pulga, el perro tira la mordida, pero cuando tira la mordida ya no está la pulga porque se movió a otro lado”, comparte David. Lucio con un montón de libros se la pasaba leyendo y de a ratos escribiendo. Se limpiaban las armas y se revisaban las municiones. Atendía las visitas de la ciudad o vecinos de los pueblos, era el más indicado para hablar con la gente. La reunión de balance empezaba con el canto de los grillos y terminaba a las 10 de la noche para dormir. No se podía establecer conversaciones porque aun susurrando la voz viajaba con el viento a kilómetros. Cuando no había mucha represión había un relajamiento, pero con la ofensiva y las tropas cercanas se extremaban medidas de seguridad. Dormían recargados en los árboles que les servían como parapeto, con la ropa y botas puestas, la mochila arreglada y el rifle en la mano. Estaban listos para el repliegue o la defensa. Las guerrilleras eran mujeres valientes. Algunas fueron parte de las emboscadas a los militares y a la hora del combate eran temibles. En la guerrilla también era importante la alegría, un sello que Lucio impregnaba. Se improvisó un grupo musical porque varios eran originarios de la comunidad El Camarón. Un soltero era el vocalista, otros tocaban la guitarra, los botes de leche los ponían boca abajo y con palos los sonaban, usaban la tortillera metálica de tal forma que, al darle con la punta del pie a las piedras, emitía un sonido instrumental. Un rifle R-18, en el enfriador tenía rayitas perpendiculares y con un peine raspándole sonaba como güiro. La bola de Chacho y los hermanos Ramos Cabañas, Gabriel, Eddie Carlos y Miguel Ángel de la Cruz, que se llamaba Lázaro, entre los pedregales bailaban. Se realizaba cuando no había tropas militares cercanas. “El gobierno me secuestra, me tortura y me encierra el 17 de enero de 1972. Ya se había recrudecido la persecución. Esa vez me sacaron de una escuela donde yo trabajaba en Sonora. Me ponen un montón de cosas. Era para morir. Querían información sobre Lucio, pero ¿qué iba a hacer yo dentro de un salón de clases? Los problemas estaban en Guerrero. Me liberan el 10 de octubre de 1977, mucho después del asesinato de mi hermano, cinco años y diez meses. Tras las rejas me enteré de la muerte de Lucio, pero nada más lo que se oía en la radio y se podía ver en los periódicos que entraban a la cárcel. Sentí cosas feas”, relata Pablo Cabañas. Con el asesinato de Genaro Vázquez Rojas el 2 de febrero de 1972 las tropas militares concentraron su fuerza para eliminar la guerrilla de Lucio Cabañas, implementando estrategias de contrainsurgencia de 1971-1974 en su etapa más crítica. La brigada guerrillera levantaba el campamento previendo que las hordas de militares no los descubrieran. Empacaban sus mochilas y se distribuían el alimento para un posible repliegue. Caminaban algunas horas para encontrar un lugar seguro. Sin embargo, en tres ocasiones los soldados llegaron al campamento. La primera fue cuando uno de los guerrilleros se puso a asar elotes en una fogata que levantó la humareda. Al siguiente día antes del despunte del alba el ejército los cercó y sin darles tiempo de nada abrieron fuego con sus morteros. Aturdidos rodaron dispersándose por una granada que cayó en medio. Nadie murió, pero siguieron lloviendo granadas y balas. Llegaron helicópteros para arrasar contra todo a su paso. Fue una acción relámpago y sorpresiva. La segunda fue el 8 de octubre de 1974, cuando rescatan a Rubén Figueroa Figueroa, que había sido secuestrado por la Brigada Campesina de Ajusticiamiento cuatro meses antes, el 30 de mayo. Ese día un integrante salió del campamento, pero lo detuvieron en su trayecto. Lo torturaron hasta que dio la ubicación. La Brigada no se movió lo suficientemente lejos. Pasaron unas horas cuando escucharon ruidos y observaron luces a la distancia, pero se confiaron. Unos segundos después empezaron las ametralladoras, los bazucazos y morterazos. Ahí muere Sixto Huerta, con el seudónimo de Sabás, originario del pueblo de Lucio. En El Porvenir aún lucen las calles con su nombre, así como el de Florentino y su hermano Pablo Loza Patiño. En primera línea estaba un joven de 17 años. Alguien dijo –oye, compa, nos rendimos. -Qué rendirse ni qué la chingada, aquí nos morimos, pero nadie se rinde, respondió el joven. Fue cuando rompieron el cerco militar. En el campo de batalla el miedo se percibía en los soldados, porque no iban a dar su vida por un sueldo. Contrario al revolucionario que pelea por sus ideales y la revolución. Esos son los combatientes más peligrosos para el Estado. La última vez que los militares dieron con el campamento de Lucio Cabañas fue el fatídico 2 de diciembre de 1974, por la delación de dos “bribones que eran hermanos marihuaneros, Anacleto Ramos y José Isabel Ramos, que negociaron con el gobierno. Tuvimos a 25 mil soldados cercándonos, más policías estatales, municipales, agentes de la CIA y orejas, soplones. Éramos un núcleo máximo de 102 elementos, entre ellos alrededor de 20 mujeres. Pero Lucio fue capaz de enfrentarlos hasta su último aliento”, cuenta David Cabañas. Los hermanos Ramos Cabañas, Gabriel, Eddy Carlos, José Juan y otro, originarios de San Juan de las Flores, parientes de Lucio Cabañas, se enlistaron para pelear contra el gobierno. Crearon la Brigada 18 de mayo, en memoria de la masacre de 1967. Gabriel tenía dificultades para caminar, pero no le impidió desplazarse por la sierra y enfrentar a los militares. El valiente Rutilo con su FAL le abrió paso entre las balas del enemigo para romper el cerco. “Vente, compa”. Mientras los militares gritaban “ríndete, Lucio Cabañas. Ríndete, hijo de la chingada. Ríndanse, aquí estamos”. Molesto, Rutilo les contestó “vayan a chingar a su madre, hijos de la chingada”, así lo cercaron y le vaciaron sus balas. Gabriel pudo replegarse. Los militares gritaban que se rindieran y que les iban a perdonar la vida. Mil palabras y groserías rebotaban de cerro en cerro. El guerrillero responde con una bala certera porque es más conveniente que un grito al aire. “La muerte está en las pestañas”. Nunca se rindieron. Algunos lograron salir del cerco, pero Lucio no pudo. “Al saber que no iba a romper el cerco se disparó en la cabeza. De acuerdo con investigaciones de periodistas en el Archivo General de la Nación un soldado le escribe a su familia diciéndole ‘yo estuve en el cerco donde murió Lucio, nosotros no lo matamos, Lucio se suicidó’. Él se disparó porque era la mejor manera de terminar, en lugar de ser capturado vivo y sufrir la tortura. Pero la historia se sigue escribiendo”. Cae junto a Lucio su ex alumno Lino Rosas Pérez, con el seudónimo de René en la guerrilla, y Roberto, un campesino valiente con el nombre de guerra Arturo. Ese 2 de diciembre varios sobrevivieron, pero fueron desaparecidos. Como el joven Marcelo Serafín Juárez, con el seudónimo de Roberto, de 16 años, originario de San Juan de las Flores. Apareció en una foto capturado por los soldados con las manos hacia atrás, agarrado de los cabellos. Lucino Gómez, contemporáneo de David Cabañas, que sólo estuvo 15 días en la guerrilla fue desaparecido en 1977 por militares tres años después de la muerte de Lucio. También desaparecieron a los hermanos Ramos Cabañas junto con su papá Eduviges Ramos una madrugada en Espinalillo, Acapulco. Centenas de desaparecidos y asesinatos hasta la fecha permanecen en la impunidad. Las imágenes del horror continúan. Lucio se curtió en el camino de la revolución, en la dureza de la vida. Fue el guerrillero del pueblo que se fue construyendo como dice Pavel Korchagin en Así se templó el acero. Eran sus libros, así como La Madre, que le enseñaron a ser un combatiente por la libertad, por el socialismo, y sobre todo que nunca se doblegó hasta su muerte, al fragor del combate. Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan Share This Previous ArticleFeminicidios en la Montaña Next ArticleLa CRAC seguirá la lucha por el reconocimiento de los derechos de los pueblos indígenas 3 semanas ago