En Cruz Grande nació Luis Ortiz Donato en 1974. En este municipio de la Costa Chica pasó su infancia y parte de su adolescencia. Ahí terminó la secundaria y su mayor ilusión fue continuar los estudios de bachillerato en la capital del estado. Su madre María Elena Donato Tapia, perteneciente al pueblo afro, marcó el derrotero cultural de Luis, quien muy pronto asumió su identidad como miembro de la estirpe afromexicana. Por su vínculo con familias de la Montaña, reconoció también sus raíces indígenas. Tuvo el don de saber transmitir con mucha efusividad y claridad sus opiniones sobre el modo de actuar de las autoridades, que se han dejado llevar por la frivolidad, desentendiéndose de los graves problemas que enfrenta la población mayoritariamente pobre.
Chilpancingo le dio la oportunidad, no solo de estudiar el bachillerato y la carrera de contabilidad, sino de conocer el ambiente estudiantil y los movimientos sociales que convergían en la capital. Tuvo contacto con el movimiento magisterial y con los estudiantes normalistas de Ayotzinapa, sin embargo, su acercamiento fue casual, debido a que su trabajo como maestro del INEA le absorbía la mayor parte de su tiempo. Tuvo una labor destacada como maestro, al grado que logró desarrollar un gran liderazgo entre sus compañeros, compañeras y los mismos estudiantes provenientes de comunidades rurales.
Siempre se mantuvo al margen de los partidos políticos. En la medida que se empapaba de la historia política de nuestro estado, fue adquiriendo una postura crítica, sobre la forma de ejerce el poder y la manera cómo funcionan los particos políticos. Identificó muy bien los principales problemas que aquejan a nuestra entidad y tenía una radiografía clara sobre lo que estaba pasando en varios municipios de la Costa Chica. Por muchos años fue un observador agudo que compartía sus opiniones entre los amigos y compañeros de Marquelia y Cruz Grande. Su opinión siempre estuvo acompañada de argumentos convincentes y además gozaba de un gran reconocimiento, porque conocían su trayectoria y sus posturas firmes.
Desde que surgió la policía comunitaria en la comunidad Me’phaa de El Rincón, tuvo mucho interés por conocer su forma de organización. En todo momento reconoció el esfuerzo y la valentía de las comunidades indígenas para ejercer de manera autónoma su derecho a la libre determinación. Fue entendiendo lo que significaba este modelo de justicia y seguridad al margen del Estado. También se fue empapando de los instrumentos internacionales que fundamentan el derecho de los pueblos indígenas. Leyó con mucha vehemencia el convenio 169 de la OIT y la declaración sobre los derechos de los pueblos indígenas. Le impresionó la forma en como el Consejo de Ejidos y Comunidades Opositoras a la presa la Parota (CECOP), defendieron con mucho ahínco sus tierras comunales y el río Papagayo.
Se adhirió al movimiento que emergió a nivel estatal y regional sobre el reconocimiento de los derechos del pueblo afromexicano. Esta lucha histórica tuvo que vencer múltiples obstáculos por el racismo acendrado que existe en la sociedad y la estigmatización que aún predomina contra la población afro de México. Fue admirable la capacidad del pueblo afro para resistir, para enfrentar la violencia de los caciques, para soportar los abusos y tratos discriminatorios de la clase política racista. No sólo demostraron tener esa fortaleza de un espíritu combativo, sino también su capacidad creadora y disruptora de paradigmas sociales que justificaban la discriminación y la desigualdad. El movimiento afro fue desenmascarando ese discurso colonialista y esclavista, y lograron desmontar los estamentos raciales impuestos por los criollos y mestizos, que justificaban la dominación y la explotación basada en el color de la piel.
Han sido muchos años de sufrimiento, de exclusión social, del maltrato por cuestiones de raza, del abuso sexual y la explotación económica. Han tenido que pelear para tener un lugar digno en la sociedad. Su bagaje cultural es el tesoro intangible de su resistencia y de su fuente discursiva para desbaratar visiones miopes y cuadradas de la clase gobernante. Tuvo que haber una reforma constitucional, no solo a nivel estatal, sino en el ámbito federal para que se reconociera la existencia en nuestro país de la población afromexicana. Se hizo visible normativamente a una población marginada y excluida. Con esta reforma se le dio el estatus de sujetos colectivos, que le permitió al pueblo afro sumarse al reclamo histórico, para ser reconocidos como sujeto de derechos público, con personalidad jurídica y patrimonio propio.
Esta conquista lograda a pulso abrió un nuevo cause para emprender acciones concertadas con los pueblos indígenas, para construir un solo frente focalizado en la reivindicación de sus derechos. Esta vía la retomaron compañeras y compañeros del pueblo afro de Guerrero para vincularse con los pueblos indígenas, que en los últimos 6 años han establecido alianzas estratégicas con el liderazgo de las casas de justicia de la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias – Policía Comunitaria (CRAC-PC), para impulsar una reforma integral, que reconozca los derechos de los pueblos indígenas y del pueblo afromexicano.
En este movimiento, el rol que jugó el compañero Luis Ortiz fue fundamental, por el trabajo que impulsó en la cabecera municipal de Marquelia. Hizo frente a los graves problemas de inseguridad que afectaban a las familias, y que a pesar de la presencia de la UPOEG, la descomposición de la vida pública iba en picada. Como ciudadanos y ciudadanas de esta cabecera tuvieron la capacidad y el valor para conformar el Consejo Ciudadano del municipio de Marquelia en el 2018. Esta nueva figura fue presidida por Luis Ortiz Donato, quien en una asamblea municipal fue nombrado como presidente fundador de este Consejo. La gente reconoció sus grandes virtudes; como una persona comprometida con su pueblo, sin intereses partidistas; un celoso defensor de los derechos humanos y un crítico agudo de las malas actuaciones, tanto de las autoridades municipales como de los grupos de la policía ciudadana aglutinados en la UPOEG. Esta iniciativa dio origen a la guardia local de Marquelia como una instancia ciudadana, centrada en prevenir los delitos y en velar por el respeto a los derechos humanos y el orden público.
Luis se ganó el reconocimiento de la población afro porque supo atender con firmeza los problemas que más afectaban a las familias. Trabajó con muchos obstáculos porque afectaba intereses de los grupos de poder, y al mismo tiempo, desmenuzaba las redes del crimen organizado que se tejen en la cabecera municipal y que se coluden con agentes gubernamentales, tanto del municipio como a nivel estatal. Ante esta situación estableció vínculos con la CRAC-PC de San Luis Acatlán para acuerparse en esta lucha por el reconocimiento de los derechos, y crear un frente común para no doblegarse ante las amenazas de quienes sienten que sus intereses económicos y políticos corren el riesgo de descarrilarse.
El cobarde asesinato de Luis Ortiz Donato, en el rancho El Rodeo, municipio de Marquelia, este miércoles 28 de abril, se comete a unas semanas en que Luis había abanderado la lucha y movilización de la CRAC-PC contra la consulta amañada que realizaron los diputados y diputadas de la sexagésima legislatura del estado.
Su lucha fue para garantizar seguridad y justicia en la cabecera municipal de Marquelia, reivindicando los derechos del pueblo afro. Asumió una postura crítica contra los legisladores y legisladoras por la forma en que excluyeron a las autoridades comunitarias en todo el proceso de consulta. Con gran lucidez compartía a los compañeros de las 5 casas de justicia sus propuestas sobre cómo hacer visible este malestar de los pueblos ante la opinión pública. Participó activamente en las reuniones, mítines y marchas para denunciar los atropellos de los representantes populares que impulsaron una falsa consulta.
Fueron memorables sus intervenciones en la puerta del congreso que con su lenguaje directo y franco causaron resquemor entre la clase política: “hay una falta de empatía por parte de la legislatura actual, donde existen actores políticos que vienen de legislaturas anteriores y que se han promovido y auto adscrito como indígenas. Ahora ocupan nuevamente otras curules. Pagamos a 46 diputados y todo el equipo que ocupan. Es un gasto increíble para el erario público, que se podría estar aplicando a las comunidades indígenas más marginadas, donde las mujeres andan descalzas porque no les alcanza el dinero para comprar zapatos”.
“Son tiempos de justicia. Son tiempos donde ya no se debe de polarizar a la sociedad, porque los diputados solamente nos han dividido, como tienen dividido este congreso del estado. Esta legislatura se hizo para defender los derechos del pueblo de Guerrero, pero los diputados no legislan, solo roban, manipulan y nos dividen. Lo que hacen es discriminar a los pueblos indígenas y afrodescendientes. Llegó el tiempo para desenmascarar la política de la simulación y para respetar a quienes luchan por sus derechos más elementales”. El pundonor y la gran pasión que Luis le imprimió a su lucha por la justicia y la defensa de los derechos del pueblo afro, le dieron un sello distintivo, una identidad cincelada a toda prueba. Luis sin temor a equivocarnos, fue un hijo predilecto que emergió del mar bravío y rebelde de la Costa Chica.