Ayutla de los Libres, Guerrero, a 4 de abril de 2020. “Nos quedamos llorando” la desaparición de Fernando y Javier, originarios de la comunidad de Ojo de Agua, hablantes del Tu’un Savi, albañil y estudiante respectivamente. Las lágrimas se dejaron caer como un diluvio inundando casa por casa. El dolor profundo de la familia García de las Nieves llegó justo cuando las autoridades se encuentran ocupadas en la pandemia del coronavirus; pero también se ha usado la noticia del virus como justificación para que las instituciones no actúen y se desentiendan de los problemas adversos, de la violencia que azota la región. Los asesinatos y desapariciones que no cesan. El Estado, concretamente las instituciones de brindar seguridad están más ausentes. Las violaciones a los derechos humanos se comenten, pasando desapercibidos en un contexto donde la atención es el Covid-19. Sin embargo, del 30 de marzo al 01 de abril de 2020, familiares de Fernando y Javier, ambos desaparecidos, acompañados por la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), Fiscalía General de Guerrero, policías comunitarios pertenecientes a la UPOEG, policías federales, militares y guardia nacional emprendieron búsquedas en las colonias, cerros, barrancas y ríos en Ayutla para dar con el paradero de los hermanos García de las Nieves.
Poco se sabe de los asesinatos y desaparecidos en Ayutla. Tlachinollan recabó información de 11 asesinados desde 2018 a la fecha, los últimos 5 episodios son de hace dos meses, de las comunidades de Arroyo Ocotlán, Ojo de Agua, Rancho Ocoapa, Chacalapa y colonias de Ayutla. El hecho más reciente que precede a la desaparición de Fernando y Javier fue el 25 de marzo de 2020 cuando encontraron un chofer de un taxi de Ayutla de los Libres muerto y colgado de un puente del tramo carretero Tierra Blanca- Ayutla.
El día 5 de marzo de 2020, aproximadamente a las 19:00 horas la familia García de las Nieves observó que había personas sospechosas que bajaron de un Tsuru blanco, miraban de un lado a otro. Una vecina llamó a la policía comunitaria de la UPOEG para que vieran quienes eran esas personas desconocidas. Tardó unos minutos para que llegara el policía comunitario, cuando llegó al lugar las personas sospechosas se habían movido del lugar. Javier, desaparecido, cuando estaban los carros sospechosos se había ido a bañar al río y al regresar cruzó por donde ellos estaban, él espantado se fue a la colonia Barrio Nuevo donde vive Fernando, su hermano, desaparecido también, imaginó que corría más peligro en la colonia del Valle. “Allá se quedó. Luego como eso de las 20:00 horas llegó mi hermano Fernando diciéndome que si le permitía llevar a mis niños a su casa para que estuvieran más seguros. Para este momento todos ya sabíamos que desde las 17:00 horas el mismo Tsuru blanco y una Nissan andaban rondando en la calle, cerca de la casa donde vivimos, en la colonia del Valle. Entre los vecinos se escuchaba que ellos miraban los mismos carros bien sospechosos y nos decían que nosotros corríamos peligro. Mi hermano después de llevar a mis hijos, quizá habría pasado como 10 o 15 minutos, regresó junto con Javier nuevamente y me dijeron: “¿Sabes qué? -necesitamos las llaves del coche para que ustedes no salgan a la calle en la noche, nos queremos asegurar de que ustedes se queden aquí, así que nos vamos a llevar la llave del coche, se llevaron la llave y se fueron en una moto itálica de color blanca con negro rumbo a la colonia Barrio Nuevo. Ahí desaparecieron. No han llegado a la casa hasta la fecha” (Entrevista de familiar, 01 de abril de 2020).
A las 23:00 horas la familia se organizó para empezar la búsqueda de Fernando y Javier. La preocupación crecía como una llamarada de lumbre en sus corazones, sabían que la búsqueda tenía que ser en las primeras horas para encontrar a sus seres queridos ya que son indispensables para encontrar a una persona, pese a la inseguridad que impera en la región y sin el apoyo de la policía del municipio, la familia deambulaba sin rumbo desesperadamente en la búsqueda de Fernando y Javier. ¿Dónde podrían estar? Se repetía una y otra vez en sus pensamientos. Sus pasos se dirigieron rumbo a Tecoanapa, a las Mesas, hacía Cruz Grande, por todas las salidas de Ayutla sin éxito alguno. Así anduvimos. “En ese momento yo participaba en la policía de la UPOEG y por la radio que cargaba hable con mis compañeros policías, sólo me dijeron que si miraban algo o si llegaba mis hermanos nos lo iban a comunicar para que fuéramos a recogerlos. Nada pasó, así anduvimos hasta que amaneció”, (entrevista de familiar, 01 de abril de 2020). Días después la policía de la UPOEG desarmó al hermano de Fernando y Javier, quien ahora los busca.
El 6 de marzo de 2020 se interpuso la denuncia ante la Fiscalía General de Guerrero por el delito de desaparición cometidas por particulares contra Fernando García de las Nieves y Javier García de las Nieves, contra quien resulte responsable. El número de la carpeta de investigación es: 12180730200046060320. Los avances en la investigación no dan muchos atisbos para dar con los responsables de la desaparición de los hermanos García de las Nieves, menos dar con su paradero.
Por lo antes expuesto, los días lunes 30, martes 31 de marzo y el 01 de abril se llevaron a cabo búsquedas por los cerros, barrancas y ríos para dar con el paradero de Fernando y Javier. A las búsquedas se unió una mujer que su esposo está desaparecido desde el año 2017, el miedo la había inmovilizado, pero con el acompañamiento de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB) tuvo el valor de buscar a su ser querido.
El primer día se buscó en un punto denominado Río San Miguel. Más de 30 personas entre familiares, CNB, Fiscalía General de Guerrero, policías federales Guardia Nacional, militares y policías de la UPOEG. Se recorrió más de un kilómetro de superficie, pero no se encontró nada. Dio inicio a las 9 de la mañana y culminó a las 15: 00 horas.
El segundo día se acudió a un cerro en el tramo carretero Ayutla-Cruz Grande. En este lugar se encontraron piedras amontonadas que con picos y palas se hicieron a un lado para descartar algún indicio de hallazgos humanos, sólo un cartucho calibre 22 se halló en uno de tres montículos de piedras en la cima de un cerro, aproximadamente a dos kilómetros de la carretera Ayutla-Cruz Grande. Nada se pudo hallar, ni siquiera una pista del paradero de Fernando y Javier. La familia sospecha que deben tenerlo en alguna casa de seguridad porque han preguntado con personas que pueden leer las cartas y les han dicho que están vivos.
Tercer día, se fue a una brecha que va rumbo a la comunidad de Tierra Blanca, exactamente en una desviación donde encontraron a un taxista muerto y colgado de un puente. La gente dice que por ese camino han tirado cuerpos. Se buscó en los cerros y una barranca, se encontraron algunas ropas tiradas pero ningún rastro de los desaparecidos.
Al finalizar, se reunió la Comisión Nacional de Búsqueda y familiares para seguir buscando en otro momento ya que la noticia de la pandemia del coronavirus está en su clímax y las autoridades dijeron que deben respetar las medidas que se están realizando a nivel nacional para evitar la propagación del virus. Los familiares agradecieron a la CNB y entre lágrimas de esperanza pidieron a las autoridades no dejen de buscar a sus seres queridos, mientas la CNB se comprometió en no abandonar a las familias que tienen desaparecidos.
Dos indígenas desaparecidos: dos sueños escondidos bajo las sombras de la delincuencia organizada
Javier, siempre un niño alegre. Estudió la primaria a dos horas de su comunidad Ojo de Agua, su hermano y hermana mayor lo llevaban cargando porque él no aguantaba caminar. Así era todos los días. Sus padres se dedican al campo, así que a él le gusta trabajar en el corte de la jamaica, siembra de maíz, calabaza, iba con sus hermanos a traer la leña y con su hermano Leo cuidaba los chivos.
Una vez que terminó la primaria, Javier se fue a Ayutla de los Libres a seguir estudiando la secundaria. Su papá lo fue a dejar con una persona desconocida para que le ayudara a trabajar y a hacer sus mandados y a cambio ganaba un techo y comida. Estudiaba y trabajaba. Con mucho esfuerzo salió de la secundaria.
Llegó a Chilpancingo para estudiar la preparatoria No. 1 de la Universidad Autónoma de Guerrero. Muy inteligente, se enfocaba a sus estudios. Le gusta el futbol, jugaba en las tardes en las canchas de la universidad. Siempre ha sido respetuoso, no es nada grosero. Se levanta a las cuatro de la mañana para picar frutas e ir a vender “a 10 o a 12 pesos el platito”. Le gusta cocinar. “No se cómo definirlo, es indescriptible, su forma de pensar, sus sueños”, dice Leo mientras le salen sus lágrimas.
Luego, buscó la manera de conseguir prestado dinero con su hermano mayor para poder entrar a la facultad de derecho de la Universidad Autónoma de Guerrero. Estaba muy emocionado y más cuando fue aceptado. Su sueño siempre ha sido ser un abogado de Tlachinollan; es su inspiración el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan para pelear contra el poder y contras las injusticas. El sintió la discriminación de los mestizos cuando llegó a estudiar en Ayutla y lo menos que puede hacer por su gente, su pueblo es luchar por sus derechos.
Sus familiares quieren encontrarlo con vida para que su propósito, su sueño, se cumpla.
Por su parte, Fernando, de 32 años de edad, casado y es albañil. Él tuvo que buscar la manera para poder trabajar para los estudios de sus hermanos. Sólo estudió la primaria. Desde los 18 años de edad él fue a Estados Unidos para que sus hermanos menores no pasaran hambre. “Tardó siete años en Estados Unidos y regresó, pero hasta la fecha “nos sigue apoyando”. “Es casi nuestro segundo padre”. Recientemente terminó la secundaria abierta. Quiere seguir estudiando la preparatoria.
“De chamaco mucho tiempo cuidé chivos con él, es muy trabajador. Antes de ir a la escuela nos levantábamos como a las cinco, íbamos por la mazorca, íbamos a acarrear agua del pozo para tomar, íbamos a traer jamaica, calabaza, leña. Todo trabajamos junto. Desgraciadamente por crisis económica él se decidió irse a trabajar fuera. Bueno, la primaria trunca la estudió en Ojo de Agua, pero después salió trabajar, a los once años de edad, primero bajó aquí en Ayutla, poco a poco se fue a Acapulco hasta Zihuatanejo. Sin embargo, a los 18 años se fue a Estados Unidos por siete años en el corte de frutas de uvas, naranja, mandarina y sandía” (Entrevista familiar, 01 de abril de 2020). Así fue que mandaba dinero para su familia.
“Mi papá bajaba aquí a Ayutla a retirar el dinero que mandaba Fernando y nos dejaba de mil o mil 500 pesos para que nosotros pudiéramos vivir y no sufrir. Es una persona muy, muy humilde, él no te mencionaba ni una grosería, a mí siempre me ha regañado porque yo sí tengo el vicio del alcohol”.
Él quería seguir estudiando. Siempre ha dicho que nunca es tarde para estudiar, nunca pudo por cuestión de crisis económica de su familia, ahora que sus hermanos ya están grandes y cada quién ya está haciendo su vida, él le toca estudiar. Su sueño es ser ingeniero en sistemas. Por eso su familia se empeña en encontrarlo.