A 39 días de la desaparición de Arnulfo Cerón Soriano, defensor de derechos humanos, y cuatro días de búsqueda, no se sabe nada sobre su paradero. Las autoridades caminan bajo su propia oscuridad y la familia crece su dolor, la desesperación y la incertidumbre. Ninguna señal de Arnulfo, sólo el ruido de las piedras y el silencio de las barrancas. El único lenguaje claro es la de las balas que esparcen el miedo a aquellas familias de personas desaparecidas.
Del 11 al 15 de noviembre se implementó una búsqueda que tomó en cuenta el sentido común como posibilidad de encontrar pistas del paradero del defensor. Sin embargo, es importante mencionar que sus familiares, así como el Frente Popular de la Montaña, organización a la que pertenece, exigen su presentación con vida. Se ha adoptado la frase: ¡Vivo se lo llevaron, vivo lo queremos!, un grito de dignidad en América Latina y que en 2014 planteó una ruptura contra las estructuras de poder con la lucha de las madres y padres de los 43 estudiantes desaparecidos y que Arnulfo participó activamente.
A decir verdad, todo es incierto. La esperanza de los familiares y de los compañeros de Arnulfo es la que le imprime fuerza para que los pasos continúan la búsqueda, sin importa el sol inclemente entre barrancas y cerros.
La Comisión Nacional de Búsqueda y la Comisión Estatal de Búsqueda de Personas, así como Protección Civil apoyados por la policía federal y el ejército, quienes brindan seguridad, es insuficiente no sólo por el poco personal que tienen o sea porque no hay especialistas en búsquedas de personas desaparecidas ya que sólo se cuenta con un antropólogo forense. Que decir de la Fiscalía General del Estado de Guerrero que pecan de hermetismo en los trabajos de búsquedas, además se “sabe que sus peritos no son especialistas más que para exhumar cuerpos” (Mario Vergara, buscador de personas desaparecidas), aunque cuentan con una antropóloga forense. Aun con las carencias sólo se necesita de más voluntad de las autoridades para seguir escarbando la verdad y llegar con el paradero de Arnulfo, sería un avance fundamental no sólo para las familias de desaparecidos en la Montaña vean nuevamente la luz ausente en sus hogares.
¿Dónde está Arnulfo? Es la pregunta medular. Se comparte la preocupación de agotar todas las posibilidades para encontrarlo.
Cuatro días en el túnel del tiempo: una fábula del poder. Los cerros no hablan, las barrancas se tragan todo porque no saben reconocer entre el bien y el mal. Los gusanos se arrastran imaginando conspirar contra el poder. Los chapulines brincan para no ser salpicados por su propia sangre. Las cucarachas corren y las víboras se esconden en sus cuevas para que pase la tormenta hasta que todo siga igual.
No hay horizonte hasta que aparezca con vida Arnulfo Cerón. Hay una descomposición de los tejidos sociales en Tlapa. Las autoridades locales muerden sus huesos, aunque les toque bailar con la muerte y terminan siendo marionetas de un sistema macrodelincuencial. La desaparición de personas evidencia una crisis de derechos humanos, donde no se respeta el derecho de vivir. Las autoridades se desentienden de las comunidades y de las personas, están lejos de brindar seguridad y de ser sensibles. Las personas se convierten en desechables para la empresa económica macrodelincuencial que se traga todo, sin embargo, hay esperanzas para frenar el tren de la violencia. ¿Dónde está Arnulfo?