Tlapa, Guerrero, a 24 de octubre de 2018. Todos los años, el día 23 de octubre, se celebra la fiesta religiosa del Señor del Nicho. Es trascendental la costumbre que tienen los habitantes de Tlapa en la elaboración de los tapetes que adornan las calles para que pase la procesión. Los mensajes más importantes tenían que ver con la paz, el anhelo de justicia y el dolor que se esconde en el fondo de los crucigramas que yacen en el asfalto.
Uno de los mensajes decía: “Señor del Nicho, que la verdad y la justicia por los 43 llegue con el nuevo gobierno”. La búsqueda de los 43 estudiantes de Ayotzinapa ha sido un parteaguas en la exigencia de verdad y justicia, se han formado colectivos de desaparecidos, en la historia reciente de México y Guerrero. A partir de la lucha que han emprendido las madres y los padres para encontrar a sus hijos, el grito ha sido ¡Vivos se los llevaron, vivo los queremos!
Otro de los tapetes rezaba de la siguiente manera: “Señor del Nicho guíanos por los senderos de la paz y la seguridad en Tlapa”. Es un mensaje que trasciende por la violencia en aumento en la ciudad. Los asesinatos van al alza, las desapariciones, feminicidios y secuestros. Impera el miedo.
Apropósito de los feminicidios de los últimos días en Guerrero, en Acapulco y particularmente en la región de la Montaña, se dibujaron dos cruces de color rosa y adentro un rostro, mientras que entre las dos cruces se notaba una cruz con un cristo de color morado y más arriba decía “No más feminicidios”. Una representación contundente de las mujeres asesinadas, pero cargado de símbolos de lucha, de exigencia por justicia.
Por su parte, salió a relucir la exigencia por justicia de Antonio Vivar Díaz, asesinado extrajudicialmente por un policía federal -el 7 de junio de 2015- cuando se llevó a cabo el boicot de las elecciones como protesta por la aparición con vida de los 43 normalistas desparecidos, hecho que tiñó de sangre la democracia que Antonio Vivar criticaba. Una democracia nominativa.
También, en solidaridad a la oleada de migrantes centroamericanos quedó la frase “todos somos migrantes”. Ante los discursos racistas y xenófobos de muchos mexicanos y políticos, se abren las brechas del racismo que ha sido ocultado por las elites en el poder. El México multicultural parece ser más una demagogia o, más aún, la ideología del neoliberalismo que justifica una diversidad cultural negando otras culturas. Las imágenes del racismo en el México contemporaneo siguen una ideología clasista, egocéntrica y reduccionista, pese a que este país se ha reconocido como multicultural. Sin embargo, la distancia del Otro diferente, sea indígena o centroamericano, persiste.