El Presidente de la República y los Gobernadores de Chihuahua, Estado de México, Chiapas, Michoacán y Distrito federal, que tendrán el privilegio de contar con la visita del Papa Francisco del 12 al 18 de febrero del presente año, se han erigido en los principales protagonistas de su visita, para recibirlo como Jefe de Estado. Le rendirán todos los honores y se mostrarán dóciles a sus mensajes y alocuciones. En los preparativos de su llegada han sabido aprovechar su figura para posicionarse políticamente y mostrarse condescendientes con su imagen de pastor. Desembolsan millones de pesos para remozar las avenidas y acondicionar los lugares donde oficiará misas multitudinarias. Sin ningún desparpajo utilizan recursos públicos para manipular la figura papal en campañas y espectaculares, con el fin avieso de mostrarse como católicos de alcurnia ante un pueblo creyente y pobre, sediento de justicia y de verdad.
No sabemos por qué no visitará al estado de Guerrero. Seguramente las razones de Estado, que hacen aparecer a la lucha de los papás y mamás como un movimiento disruptor que supuestamente atenta contra las instituciones y la legalidad imperante, son las que se impusieron por encima de las acciones delincuenciales que predominan entre los agentes gubernamentales que están coludidos con el crimen organizado. Más allá del sufrimiento de las víctimas y del colapso que existe de las instituciones de seguridad y de justicia del estado, las autoridades han impuesto una agenda al Papa Francisco que pueda ser manejable política y socialmente y que redunde en beneficio de sus intereses políticos. La apuesta es por la consolidación de un poder que asegure el porvenir de la clase dominante.
Aunque a nivel internacional existe una gran consternación por los sucesos trágicos del 26 y 27 de septiembre de 2014, fecha en que fueron asesinadas 6 personas, 3 de ellas estudiantes de la Normal Rural de Ayotzinapa y 43 más desaparecidos por elementos de la policía municipal de Iguala, las autoridades mexicanas siguen empecinadas en dar la vuelta a la página del dolor e imponer su verdad histórica, atribuyendo a la delincuencia organizada la trágica desaparición de los 43 estudiantes. No caen en la cuenta que esta tragedia dio pie para que el mismo Papa expresara el 29 de octubre de 2014 su honda preocupación por el caso, al enviar “un saludo especial al pueblo mexicano que sufre la desaparición de sus estudiantes y por tantos problemas parecidos. Que nuestro corazón de hermanos esté cerca de ellos, orando en este momento”.
Independientemente de que el Papa Francisco no visite a los centenares de familiares de Guerrero que han sufrido el flagelo de las desapariciones de sus hijos e hijas, tenemos la certeza de que en su corazón estarán presentes y que emitirá, no sólo un mensaje de esperanza, sino una postura firme y crítica contra el gobierno mexicano que ha incumplido con sus responsabilidades internacionales de velar por la vida y los derechos fundamentales de las personas.
El 22 de diciembre de 2014, tanto el nuncio apostólico Christopher Pierre, como el arzobispo de Acapulco Carlos Garfias y los obispos de Chilapa-Chilpancingo Alejo Zavala y Dagoberto Sosa de Tlapa, visitaron la Normal de Ayotzinapa para oficiar una misa por la presentación con vida de los 43 estudiantes.
Los papás y mamás dialogaron con el nuncio en el auditorio de la Normal, donde pidieron que hablara con el presidente Enrique Peña Nieto para que le dijera que su gobierno es quien tiene a sus hijos. Le pidieron también que informara al Papa que en México no se respeta la vida y que las mismas autoridades, junto con los policías y militares, son los responsables de la desaparición de sus hijos. Con gran precisión comentaron que tanto en los expedientes como en varios videos está documentado que las corporaciones policíacas y militares tuvieron que ver con sus desapariciones.
En esa fecha, antes de la navidad, varios papás y mamás, se dieron a la tarea de escribir con puño y letra mensajes al Papa. Pedían que rezara por sus hijos. Que los cuide y los presente con vida. Esa mañana, después de pedir de viva voz al nuncio de que interviniera en su favor, se acercaron para entregarle las hojas manuscritas donde iban plasmadas en palabras, sus lágrimas, su dolor, su tristeza y su esperanza. La ilusión de todos y todas es que sus letras plasmadas en hojas de sus cuadernos fueran leídas por el Papa Francisco, para que hiciera suyo su clamor y su causa.
Hoy que el Papa viene a México, los papás y mamás le dirán por diferentes medios, que a más de 16 meses el gobierno federal ha sido incapaz de dar con el paradero de sus hijos, y que más bien se ha empecinado en inventar versiones para silenciarlos y desprestigiar la lucha de la normal de Ayotzinapa. No sólo quiere denigrar la memoria de sus hijos, sino que también golpetea al Grupo de expertos independientes, quienes fueron nombrados por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, y que con rigor científico han demostrado que la “verdad histórica” difundida por el ex procurador José Murillo Karam es insostenible e inverosímil.
En este momento crucial, cuando los expertos y expertas han planteado varias líneas de investigación, las autoridades federales se han empeñado en hacer más escabroso el proceso de la indagatoria, con la intención de revertir la falta de resultados y mostrar que el informe de las y los expertos no pudo demostrar lo contrario a la verdad histórica.
En esta lucha por la verdad, los padres y madres de familia han podido evidenciar las redes delincuenciales que se han tejido al interior de las instituciones de gobierno; han desenmascarado la colusión que persiste entre las corporaciones policiacas y militares con los grupos de la delincuencia organizada y sobre todo han podido mostrar que los casos de desapariciones es una práctica acendrada en nuestro sistema político, que no ha sido desterrada, y que más bien es parte de una política de terror que busca aniquilar a quienes considera como enemigos internos del régimen.
Más allá de que los papás y mamás puedan reunirse con el papa Francisco, su visita no será en vano. Dejará un mensaje de esperanza. No podrá ignorar a quienes han sido víctimas de un sistema que cosifica a las personas y las considera como desechables. Tenemos la certeza de que el Papa viene a escuchar “tanto el clamor de la Tierra como el clamor de los pobres” como dice en su encíclica Laudato Sii, donde expresa su crítica al sistema imperante y reivindica el respeto a la naturaleza y a la dignidad humana.
En este momento en que México atraviesa por una grave crisis de derechos humanos, el Papa Francisco no podrá eludir en sus mensajes su gran preocupación por las personas desaparecidas y no guardara silencio ante la violencia y la inseguridad causada por un gobierno que fomenta la impunidad y que se ha hecho cómplice de los grupos delincuenciales que se han erigido como los jinetes del apocalipsis, los nuevos poderes del imperio del mal.
El Movimiento de los 43, por más que las autoridades quieran relegarlo y dejarlo fuera de la agenda del papa Francisco, no habrá poder político que impida que el Papa con su voz profética denuncie las atrocidades de un sistema económico que no sólo ha destruido la casa común, sino que ha expulsado de su hábitat a sus pobladores, los ha transformado en parias y ha violentado el derecho sagrado a la vida. El caso de los 43 estudiantes desaparecidos de la Normal de Ayotzinapa, en lugar de ser un tema vetado por el poder presidencial, será un tema central en los mensajes que el papa Francisco dirigirá al pueblo de México.
En esta lucha desigual contra un poder impune que busca sepultar la verdad, el Papa Francisco no dejará en el olvido a quienes claman justicia y exigen la presentación con vida de sus hijos. El mismo mensaje evangélico está destinado a los pobres para que con su fuerza se construya el reino de Dios, que es justicia, paz y verdad.
La palabra de los papás y mamás de los desaparecidos, es la palabra de México, la palabra de los pobres que sufren la violencia de un estado delincuencial. Es la voz profética de los olvidados que grita y encara a un poder obtuso, que no tiene corazón para sentir el dolor de las víctimas y que no tiene oídos para escuchar el clamor de justicia. El Papa viene a levantar al desvalido, a mitigar el dolor de quienes sufren la desaparición de sus hijos y ser luz en medio de esta oscuridad causada por el desorden gubernamental y por la violencia impuesta por el crimen organizado. El amor por la verdad del papa Francisco desenmascarará a un gobierno indolente y mentiroso que busca silenciar y desacreditar a quienes entregan su vida para saber el paradero de las personas desaparecidas.