Edith Arina Pacheco Flores
Elmer Pacheco Salazar nació el 29 de agosto de 1973 en Tlapa de Comonfort, Guerrero fue el segundo hijo del matrimonio de Eligio Pacheco Marín y Edith Salazar Gordillo, sus padres ambos dedicados a la docencia educaron a sus hijos con valores de igualdad y respeto.
Sus ideales de justicia iniciaron a su corta edad de 4 años cuando su mamá los llevaba a él y a su hermano Eligio a los mítines del partido comunista mexicano que encabezaba su tío el Profesor Othon Salazar Ramírez, recordaba que siendo muy pequeño sentía que le hervía la sangre cuando escuchaba las consignas de lucha y democracia que gritaban a los malos gobiernos que se olvidaban de su pueblo.
A partir de ese momento comenzó ese espíritu de luchador social que traía en la sangre.
Su infancia la vivió en diferentes lugares del Estado de guerrero, ya que su padre fue el director del Instituto Nacional Indigenista (INI) ahora CDI, a pesar de esos cargos nunca permitió que sus hijos tuvieran comportamientos despectivos con el personal o con la gente que iba al INI.
El corazón noble que tenía lo heredo de su madre que siempre que podía ayudaba a la gente, en especial con un buen taco que nunca falto en su mesa para todo aquel que llegara a su morada, de su padre aprendió el salir adelante con poco, ya que el venia de La Ciénega una comunidad de Malinaltepec de donde salió muy joven con la ilusión de estudiar y no quedar rezagado en su pueblo donde había pocas oportunidades.
Todo ello llevo a Elmer a tener pensamientos diferentes al resto de la gente, sus ideales de revolución comenzaron en la preparatoria número 11 cuando escuchaba hablar a sus profesores de luchas populares que involucraba a jóvenes como la del 68. Por ello dejo su melena larga y se hizo amante del rock en especial del Haragan que junto con su buen amigo Gabino escuchaban para sentirse en libertad.
Él quería defender a su gente de todo aquel fuera injusto o desigual así que decidió estudiar Derecho para así poder participar en hacer justicia, que no muy a menudo pasa pero le resultaba emocionante, para su servicio social entro a Tlachinollan que fue ahí donde se formó como luchador social aprendiendo de la gente y sus necesidades jurídicas que pocos tenían el tiempo para atender por creer que su voz no puede ser escuchada.
Le hubiera gustado aprender Tlapaneco para poder comprender mejor a la gente que solicitaba su apoyo, lengua natal de su padre que no quiso enseñarles por temor a que discriminaran a sus hijos como lo hicieron con él.
Elmer veía reflejado a su padre en cada indígena que pedia su ayuda, por ello los defendía como si fueran su familia.
Conoció a los 21 años al amor de su vida; Alma Delia que con poco tiempo de novios no dudo en casarse con ella. Tuvieron tres hijos Edith Arina, Arantxa y Ehecatl pero su esposa tenía una hija de su matrimonio anterior de nombre Arely que siempre quiso como si fuera suya. A sus cuatro hijos los forjo para que siempre el estudio fuera su prioridad, a sus hijas amarse primero para que no dependieran de nadie, a su hijo convertirse en un hombre que siempre hiciera frente a sus problemas con responsabilidad.
Fue un docente que forjo y aconsejo a sus alumnos de la misma manera que a sus hijos, enseñándoles que fueran gente pensante, que no se conformaran con nada, que lucharan siempre por lo que creían correcto para que fueran docentes con criterios abiertos y que cuando les tocara enseñar en los pueblos de la montaña trasmitieran lo mismo en su salón de clase para lograr el objetivo que tiene el maestro, de que las letras cambien la vida del alumno para soñar en grande y alcanzar lo que se proponen.
Cada lucha social la hizo suya, asesorando desde su trinchera a sus alumnos para que exigieran justicia por sus 43 compañeros desaparecidos que a pesar de que no los conocía los sintió como a sus hijos, se adentró tanto en la lucha que en su casa casi no lo veían, solo iba a bañarse pero volvía al punto de reunión para que ninguno de sus compañeros bajara la guardia en la exigencia de aparición con vida de los 43 estudiantes, que le trajo consecuencias a las que hizo caso omiso, ninguna amenaza lo agachaba, lo hacia más fuerte y en las letras de Mercedes Sosa encontraba la inspiración para continuar con la misma fuerza que al principio. Admiraba el espíritu aguerrido de su compañero de lucha Antonio Vivar y en su ataúd derramo unas lágrimas a un revolucionario de corazón, por eso no dudo en gritar para exigir justicia por su ejecución.
La desaparición de su entrañable amigo Arnulfo lo devasto, no creía posible que la vida fuera tan injusta y se llevara a la gente que defendía al pueblo de los malos gobiernos que se olvidaban de sus ciudadanos.
En sus últimos días de vida había dado positivo a SARS-Cov-2 al igual que su esposa y sus dos hijas, un virus que temían contagiarse desde el inicio de la pandemia, a pesar de todos los cuidados que tuvieron para protegerse de él no fueron suficientes.
Elmer fue optimista y después de enterarse que dio positivo hablo con su familia para que fueran fuertes de no dejarse vencer, juntos saldrían adelante victoriosos, en los primeros días las cuidaba poniéndoles tés o vaporizaciones nunca dejo que se dejaran caer pero lamentablemente al séptimo día su saturación bajo, cada hora era preocupante ya que bajaba cada vez más, no quería ir al hospital porque temía no estar con su mujer e hijas apoyándose mutuamente pero por más que quiso su saturación no lograba llegar a los 90 y en su deseo de seguir viviendo para su familia acepto su traslado a un hospital.
Cada día desde aquel miércoles que partió de su casa con el deseo de regresar para vivir mucho para su adorada nieta Arian, no fueron suficientes. Fueron 6 días donde la oración de sus seres queridos nunca falto, con la esperanza de que “Nino” volviera a su casa. Su esposa e hijas se sentían desprotegidas al estar lejos de su padre en momentos difíciles y su hijo asumió su responsabilidad con el acompañándolo hasta el último momento.
El 22 de febrero antes de que dieran las 12 am para acabar el día, su familia recibió la noticia más desgarradora en toda su vida, el corazón de su padre no aguanto más y falleció.
Estas letras te las dedican tus hijos, esperando que allá donde Dios quiso que estuvieras te lleguen para que sepas cuanto te aman. Gracias por todo papá, nos diste todo en vida y por más que hagamos conclusiones en nuestras cabezas de porque te fuiste de nuestro lado queremos que sepas que te vamos amar hasta que nuestros corazones dejen de latir para después encontrarnos contigo en la vida eterna.
Diste batalla como el gallo giro que te representa, tu legado no ha muerto Elmer, vive en tus hijos.
Hasta la victoria siempre.