“No es lo mismo caminar sola con el dolor a cuestas, que compartir la carga de nuestros sufrimientos entre compañeras y compañeros que compartimos la misma lucha. No es lo mismo caminar cerros y barrancas sin contar con personas que conocen el terreno, que salir organizados contando con la solidaridad de muchas personas de corazón grande para llegar a lugares donde ronda la muerte. Paso a paso, con las huellas que vamos dejando en esta búsqueda tortuosa, nos hemos ido acercando a los puntos que nos indican que estamos a unos metros de encontrar a nuestros desaparecidos. En estos cruces de camino, nuestra palabra ha sido clave para desentrañar las historias que nos desgarran y nos indignan. Es generalizado el reclamo contra las autoridades, sobre todo por su indiferencia y desfachatez. Cuando hablamos con ellas es como si lo hiciéramos con la pared, porque son seres que no escuchan y mucho menos se conmueven ante la tragedia. Por más que buscamos las palabras claras y directas para que apoyen lo que estamos haciendo, se hacen los tontos, y siempre nos salen con pretextos torpes que hablan de su mezquindad y pequeñez. Por eso, a base de estos golpes entendimos que más bien somos nosotras las madres como las esposas y las hijas junto con nuestros compañeros los que tenemos que unir nuestras manos y juntar nuestras miradas para alzar nuestras voces como personas que tenemos una palabra punzante que decir a los que nos mal gobiernan. Nos hemos hermanado en el dolor, pero también en la esperanza de que con nuestras herramientas al hombro vamos en busca de lo que más amamos. Juntas somos una gran fuerza, nada nos atemoriza ni nos detiene. Nuestros cuerpos están prestos para subir montañas y adentrarnos en las cuevas y cañadas. En estos años hemos adquirido suficientes experiencias para identificar los lugares donde hay cuerpos enterrados. Hemos desarrollado un quinto sentido para que con nuestras varillas, picos y palas podamos encontrar a muchas personas que nunca el gobierno encontraría. Somos buscadoras de la vida y exploradoras de un mundo sepultado por personajes siniestros que se encuentran tanto en las instituciones de gobierno como en las organizaciones delincuenciales”.
Este sábado 19 arribó a Huitzuco la Cuarta Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas, conformada por más de 200 familiares, organizaciones y personas solidarias que se han unido para realizar búsquedas en los municipios de Huitzuco, Chilpancingo, Iguala, Cocula y Taxco. Se trata de los enclaves de la muerte, donde la violencia se ha enseñoreado y el número de personas desaparecidas es alarmante. El esfuerzo de esta brigada está representado por más de 60 colectivos de familiares de personas desaparecidas, que provienen de 18 estados del país y son parte de la red de enlaces nacionales y del frente de Guerrero.
Esta iniciativa es producto de la indiferencia e ineficacia del Estado. Es la demostración de la fortaleza que existe en las familias para hacer frente a una grave crisis de derechos humanos, haciendo valer la ley y el derecho de las víctimas. Todas estas familias han tenido que cargar con su pico y pala para ir en busca de su ser querido. Se han organizado en tres ejes: la búsqueda de campo, la visita a centros escolares y las reuniones con gente de iglesias. Es fundamental el trabajo de búsqueda en terreno, pero también las familias han entendido que tienen que trabajar en la reconstrucción del tejido social hablando con los niños y jóvenes en los centros escolares, y buscando la solidaridad entre las personas que profesan una fe.
No fue casual que la cuarta brigada iniciara sus actividades este domingo con la celebración de una misa oficiada por el obispo de la diócesis de Chilapa-Chilpancingo, Salvador Rangel. En su mensaje animó a las familias que experimentan con mucho dolor la ausencia de sus seres queridos. Expresó su solidaridad y su compromiso de acompañar y hacer visible esta situación que nos deshumaniza. Siempre con su voz profética denunció la indolencia de las autoridades y la incapacidad para garantizar el orden y contener la espiral de la violencia. Al concluir la celebración eucarística, las familias que se congregaron en la iglesia portaron playeras blancas para marchar al centro de la ciudad de Huitzuco y gritar por la paz. La jornada culminó con la visita a dos parroquias; una a la comunidad nahua de Xalitla y otra a la cabecera municipal de Atenango del Río. Fue gratificante la recepción que recibieron y sobre todo de encontrar en personas sencillas una gran solidaridad.
El testimonio de Tita Radilla es gratificante y aleccionador, sobre todo por su larga lucha en la búsqueda de su padre Rosendo Radilla, quien fue desaparecido en agosto de 1974 por el Ejército. Su presencia en esta brigada es un faro en este caminar tortuoso: “Es la primera vez que me integro a la búsqueda en esta cuarta brigada. Es muy importante, porque se trata de buscarlos y se trata de encontrarlos. De hacer el trabajo que no hacen las autoridades y que como pueblo nosotros lo hacemos. Las desapariciones siguen ocurriendo, los casos siguen pasando, la gente sigue desapareciendo, y hay crímenes todos los días. Como sociedad debemos de parar todo esto. Esta cuarta brigada es para encontrar a personas y poder darles paz a sus familias. Yo aquí no busco a Rosendo, ni a los desaparecidos de esos años, porque sé que no están por aquí. Lo más importante es que podamos encontrar alguna persona para que llegue la paz a las familias. Ese es el único pago que nosotras recibiremos por estar en esta brigada, y estoy segura que los vamos a encontrar”.
“El Estado es el que ha intentado ocultar lo que está sucediendo en el país, como pasó en la década de los 70, donde hubo cientos de personas torturadas, mujeres violadas, personas desaparecidas. Todo eso no se conocía y desde entonces hemos luchado para que se conozca la verdad, y queremos comunicar a la población lo que ha ocurrido. Hoy se ha logrado romper el silencio con una sentencia de la Corte Interamericana, sin embargo, el Estado utiliza todas las estructuras para que nosotras no podamos avanzar. Siempre pone trabas y crea leyes a modo para que no podamos obtener resultados favorables. Mi experiencia en estos 44 años es que el Estado se ha empeñado para que no encuentre a mi padre Rosendo”.
Mario Vergara nunca imaginó que su vida iba a dar un giro total el 5 de julio del 2012 cuando desaparecieron a su hermano Tomás en la ciudad de Iguala. Desde entonces ha dejado por varios días su casa para irse a los cerros a buscar a su hermano. Ha desarrollado una gran capacidad para ubicar lugares e identificar parajes donde existen fosas clandestinas. Con sus herramientas rudimentarias ha podido encontrar muchos cuerpos. Nunca se doblega ante la adversidad, y a pesar de su frágil figura contagia a las familias que se encuentran desechas por la pérdida de un ser humano, para que salgan en busca de sus seres queridos. Es un joven con un espíritu inquebrantable, con una palabra firme que desenmascara las tropelías de las autoridades. Es una de las figuras emblemáticas que con su testimonio diario ha logrado abrir brechas en estos terrenos minados por la violencia, enseñando con gran maestría cómo se hacen las búsquedas.
Para Mario “la brigada nació del dolor y de la esperanza de las familias. La brigada nació de una tragedia nacional que fue la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa. Gracias a las mamás y papás, que son unos héroes para mí, es que ahora se está llevando esta brigada nacional, porque fueron ellos quienes nos inspiraron con su amor por sus hijos, a buscar a nuestros seres queridos. Ellas y ellos empezaron a visibilizar lo que tantos expertos han hablado de las desapariciones de las personas. Recuerdo que se encontraron 30 cuerpos calcinados en un paraje llamado Las Parotas en Iguala, Guerrero, donde participaron elementos estatales y federales para levantar estos cuerpos. Al levantarlos se dieron cuenta que no eran los 43 estudiantes que buscaban. Ahí dejaron a nuestros familiares como si hubieran sido animales, como si no tuvieran derechos. Ellos los volvieron a desaparecer, dejándolos y olvidándolos en ese mismo lugar, donde ni siquiera aplicaron los protocolos que tanto presumen para levantar cuerpos en fosas clandestinas. Tenemos evidencias que encontramos parte de los cuerpos de nuestros familiares desaparecidos. Tenemos evidencias que el gobierno mexicano no tiene un equipo de búsquedas de personas desaparecidas en campo. Con el tiempo confirmamos que el gobierno no los busca. Muchas familias levantaron la mano para decir que a lo mejor el cuerpo de sus familiares estaba ahí, en lo que habían encontrado. Ahí revivió la esperanza de volverlos a encontrar, ahí las mamás y papás de los 43 nos empujaron a buscar a nuestros familiares, y gracias a esta acción, muchas familias se arroparon en el cobijo de la iglesia. El padre Oscar Mauricio Prudenciano que nos apoyó y sirvió de intermediario entre la interlocución del gobierno y familias, logramos encontrar 200 cuerpos en fosas clandestinas y más de 300 fragmentos de huesos. Todo esto fue por el esfuerzo de las familias y la sociedad. Con esta experiencia aprendimos a buscar en campo. Muchas familias admiraron esa acción y se motivaron también a buscar a sus familiares. Nos dimos cuenta que necesitábamos unir esfuerzos porque esto pasa en todo el país. En abril del 2016 nació la primera brigada de fosas clandestinas en Amatlán de los Reyes Veracruz. Este fue un gran esfuerzo de familias y del padre Julián Verónica. Gracias a él las brigadas tuvieron éxito y por eso hoy llegamos a la cuarta brigada, la más grande de México.”
“Yo espero seguir visibilizando el esfuerzo de las familias y de todos los que se han sumado a este gran problema que nos ayuda a seguir de pie. Nos enfrentamos a un grave problema que a muchas familias las han matado en vida. Son ellas quienes lloran en silencio este dolor y por ello tenemos que seguir luchando porque somos nosotros y no el gobierno quienes hacemos las búsquedas. Es esto lo que nos da esperanzas, de que algún día encontremos a mi hermano Tommy, pero también nos hemos preparado, por si esto no sucede. Hemos aprendido que la palabra desaparecido es cuando los olvidamos, porque a lo mejor no están físicamente entre nosotros, pero los llevamos en nuestros corazones, y mientras vivan ahí y alguien los busque, no son desaparecidos. Buscamos concientizar a la gente que este es un problema de todos y no sólo de las familias afectadas, que esto que nos pasó a nosotros le puede pasar a cualquiera”.
Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan