Derechos colectivos de los Pueblos Indígenas y Afromexicanos REPORTAJE | Los otros efectos del coronavirus que “asfixian” a los más pobres de Guerrero Por Marcela Turati En Revista Proceso Una mujer en la comunidad de Unión de Peras en Malinaltepec en La Montaña de Guerrero. Foto: Miguel Dimayuga CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), publicado esta semana, avizora que la pandemia del covid-19 podría tener efectos perjudiciales en algunas de las regiones indígenas más pobres del país. Una de esas zonas de vulnerabilidad “muy alta” a “crítica” es la Montaña de Guerrero, donde empiezan a sentirse los otros estragos de la pandemia: la parálisis de las remesas (a causa de la muerte y el desempleo de los migrantes), que son el sostén de muchas familias; el disparo en el precio de alimentos básicos como el maíz; la obstrucción del transporte por el corte de caminos en las comunidades que decidieron protegerse del virus, como fuera; la carencia de agua potable en diversas comunidades, para lavarse las manos; la falta de fuentes de ingreso para que la gente pueda mantenerse en casa, y el pobre equipamiento de los hospitales y del personal sanitario. A decir de Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, de esas características está compuesto “el coronavirus de la pobreza”, el virus que mata a las personas más pobres. “La gente está asfixiándose económicamente, ése es el coronavirus de la pobreza: la asfixia ante la falta de alimentos y ahorita no resulta suficiente el apoyo que les hayan dado (los programas federales) a los discapacitados o a los adultos mayores, porque eso no logra cubrir las necesidades de las familias pobres”, destaca en entrevista telefónica. El antropólogo, quien hace 25 años fundó ese centro que atiende a personas mestizas, nahuas, me’phaas y nu’savis de los 19 municipios que conforman la región de La Montaña, entre los que se encuentran algunos de los más pobres del país, expresa que las condiciones actuales permiten avizorar que el impacto será dramático y podría haber “una hambruna”. Desde Tlapa, explica que las vulnerabilidades de la región son la falta de remesas, programas de emergencia alimentaria, campañas de salud, equipamiento y capacitación hospitalaria, y fuentes de ingresos. “Existe un caos en términos de que hay ausencia de autoridad, de apoyos, aunque algunas personas se guardan en sus casas, pero en otros lugares que son centros comerciales populares, como en Tlapa, la gente ha tenido que salir a vender cosas para sostenerse y hay un desorden, no hay ningún control”, expresa. De los municipios del país catalogados por la UNAM como de grado crítico de vulnerabilidad, 7.5% tienen en común que son rurales, con el porcentaje más alto de personas mayores de 60 años y una importante población indígena, escasos servicios de salud, tasas de marginación muy por arriba de la media nacional y, en algunos casos, alta posibilidad de recibir inmigrantes retornados. Todas estas características las comparte La Montaña. El “Índice de vulnerabilidad en México ante covid-19”, presentado el lunes, muestra con una combinación de color rojo las zonas críticamente vulnerables, y en marrón de vulnerabilidad muy alta, que es la región de La Montaña de Guerrero que colinda con Oaxaca y con una parte de Puebla. El coordinador del Programa Universitario de Investigación en Salud, Samuel Ponce, explicó las conclusiones que arrojó el estudio: “Los municipios vulnerables van a ser la fase 3 tardía de esta epidemia en el país (…) tienen poca visibilidad, socialmente y económicamente son grupos pequeños, poco poblados, con poco movimiento, económicamente muy frágiles y las consecuencias (para ellos) pueden ser particularmente graves y difícilmente visibles. “La infección será seguramente menor en número de pacientes en sus características intrínsecas y de mortalidad, pero el impacto global para estos municipios va a ser enorme y, desde luego, proporcionalmente más grave para las grandes urbes y para quienes vivimos en las grandes ciudades”, alertó. Pobres servicios médicos En la entrevista sobre la situación que se vive en La Montaña, Barrera estima que los hospitales no están capacitados y preparados para recibir enfermos, el personal médico no tiene equipo especial “para subir y atender a pacientes con síntomas”, y ni siquiera –dice– fueron surtidos con cubrebocas o gel antibacterial y tampoco existe coordinación entre autoridades de salud municipales. El defensor de derechos humanos afirma que en la región no se han realizado pruebas para detectar contagiados, y en el hospital de Tlapa, la cabecera de La Montaña, hay tres ventiladores, pero sólo uno funciona. “El hospital (de Tlapa) es de segundo nivel, es obsoleto, tiene más de 50 años construido, 32 camas ya destartaladas, no se han podido instalar más camas porque no han terminado la ampliación. Así atiende a 19 municipios, con más de 400 mil habitantes. Está muy lejos la realidad de la atención a la salud que requiere la población indígena: hay déficit y gran desproporción de la infraestructura médica para atender lo básico. No estamos preparados para atender una emergencia sanitaria que está a la puerta”. En términos preventivos, el antropólogo considera que se ha hecho poco. Indica que el delegado del gobierno federal en Guerrero, Pablo Amílcar Salazar, no ha respondido a las peticiones de ayuda y tampoco la subsecretaria federal de Bienestar, Ariadna Montiel; en cambio, con el gobernador Héctor Astudillo han tenido dos videollamadas donde hablaron del apoyo a los migrantes fallecidos en Estados Unidos, y para ayuda alimentaria a la población jornalera migrante que, después de las pizcas en otros estados del país, está regresando a sus municipios de origen. El gobernador les informó que en Chilapa –población ubicada a casi tres horas de distancia de Tlapa, y a muchas más de los municipios serranos– se habilita un hospital con 50 camas, operado por el Ejército (desconoce si ya llegaron respiradores porque no tenía). En los municipios de La Cañada y Tlapa, corredor colindante con Puebla, ya se han presentado unos 15 casos de contagio. En municipios como Tlapa –abunda– no hay autoridad que informe sobre las medidas que deben tomarse y tampoco se ven brigadas de salud que promuevan la “sana distancia”. “Las comunidades (indígenas) tomaron medidas del peligro que vieron por la llegada de sus mismos paisanos o familiares, sobre todo de Estados Unidos, y decidieron encapsularse. Lo contrastante ha sido la indiferencia y la indolencia de las autoridades municipales que lo que hicieron fue desentenderse, lo interpretaron como tiempo de vacaciones”. Esta situación la agrava la falta de agua potable en las colonias alejadas del centro de la cabecera municipal, así como en varias comunidades. “En Tlapa muchas viviendas no tienen servicio de agua potable en su domicilio. Se surte el agua cada ocho días en las colonias y se tiene que pagar 250 pesos. Por lo menos debería de haber una campaña de dotación de agua a través de pipas en las colonias más alejadas, más desprotegidas. Pero de plano se han desentendido. ¿Cómo vas a pedirles que se laven las manos si no tienen agua? Los 250 pesos es una carga más a la economía que no tiene alimentos”, expresa. Sin remesas y con encarcelamiento Por la parálisis de la economía informal que se vive en Estados Unidos a causa de las medidas de encierro y aislamiento por la pandemia, desde fines de marzo se cortó la recepción de remesas en la zona. “Las casas de cambio están desoladas, no hay dinero que esté llegando. Más bien estamos viendo que algunas familias se están regresando (de Estados Unidos), o los que tienen ahorros están depositando dinero para ayudar a sus hijos en Nueva York para que puedan comprar comida y pagar renta”. La Montaña es una región mayoritariamente rural y campesina, donde hay poco trabajo formal y asalariado, y donde los precios de la canasta básica han comenzado a subir. “Las remesas son las que sostienen la economía de las familias indígenas y permiten comprar maíz, frijol, medicinas, ropa para los hijos o los gastos de la escuela. Se ha quebrado la fuente segura de apoyo al sostenimiento familiar. Estamos pensando que la situación de falta de alimentos básicos se tornará dramática”, apunta el antropólogo. Un ejemplo, el bulto de 50 kilos de maíz que costaba 200 pesos, en dos semanas subió a 400. El encarecimiento se nota en el arroz, el chile, los granos básicos. Nota que, con la falta de ingresos y la carestía, la gente en vez de encerrarse en casa comenzó a salir a vender a la calle. “El comercio informal se ha multiplicado: es la única forma tanto de comprar un poco más barato como de vender y tener ingresos. El sector informal se está convirtiendo en tablita de salvación de Tlapa y las comunidades, pero la contraparte es que no están tomando precauciones. No tienen cubrebocas, no usan gel antibacterial, no toman cuidados para el contacto, no hay práctica de lavarse las manos, la sana distancia no cuenta”. El drama aumenta porque, según dice, las autoridades municipales se volvieron invisibles: “se han reducido a enviar oficios a los comercios establecidos”, pero no han puesto orden al comercio informal o creado programas emergentes de dotación de despensas o granos básicos para animar a la gente a quedarse en casa. “Hay un caos, no hay ningún control”. Migrantes muertos Otra de las preocupaciones del equipo del Centro Tlachinollan es el aumento de muertes de migrantes montañeses que viven en Estados Unidos, principalmente en Nueva York. Hasta el momento han registrado 31 casos de paisanos fallecidos, para cuya cremación las funerarias exigen entre mil 500 y 3 mil 500 dólares, y cuyos cuerpos podrían terminar en alguna fosa común. “Sabemos que Nueva York es foco rojo a nivel mundial y no se compara la transmisión que puede darse en una mega urbe a una región pobre; sin embargo, nos preocupa que sea desproporcional la atención del consulado hacia esa población económicamente activa, joven en su mayoría. Los indígenas más pobres de Guerrero son quienes los están ayudando”. Abel Barrera lamenta que los migrantes de La Montaña no tienen posibilidad de hacerse la prueba de contagio en Estados Unidos, no cuentan con información sobre lo que deben de hacer y carecen de apoyo para cremar a sus difuntos. “Entiendo que hay un trato migratorio que indica que los migrantes no cuentan y el drama se torna sumamente deshumanizante porque la gente tiene que encontrar consuelo en los que son de su misma estirpe, que es la familia pobre, que está desempleada, que de algún modo corre los mismos riesgos y tiene que pagar la cremación. Hasta para morir tienes que pagar ahora en tiempos de coronavirus y sale cara la muerte”. Algunas familias campesinas que recibían remesas que les ayudaban a sostenerse ahora tienen que enviar los ahorros a sus familiares en Estados Unidos. Al momento de la entrevista, Barrera estaba en pláticas con Astudillo para que los gobiernos estatal y federal apoyaran los gastos funerarios de los paisanos montañeses en Estados Unidos. Cierran el paso a paisanos El director de Tlachinollan menciona que, ante la inmovilidad de las autoridades gubernamentales, distintas comunidades mediante asambleas decidieron “encapsular” a la población, con lo que cerraron el paso a los paisanos que regresan de Estados Unidos o a familiares provenientes de las grandes ciudades. En algunos casos como en Totomixtlahuaca, municipio de Tlacopa, suspendieron las fiestas religiosas, a pesar de que perdieron más de 100 mil pesos porque ya tenían contratados a los grupos musicales que tocarían en los bailes y todos los festejos. En municipios como Ayutla, la policía comunitaria se encargó de hacer filtros sanitarios en los accesos de las comunidades para controlar las entradas y salidas de la gente. Esto se dio en parte de la Costa-Montaña. En lugares como Cocuilotlazala, municipio de Metlatónoc, como medida para evitar contagios se impedía el paso de camionetas por los caminos, lo que provocó mucha tensión porque era el paso a la cabecera municipal. En Malinaltepec, en el tramo Tlapa-Marquelia, las comunidades instalaron otros filtros para asegurarse que no haya visitantes. Y en la comunidad de El Carmen, en Ometepec, El Carmen, acordaron multas de 500 pesos a quienes no hicieran caso de aislarse de visitantes. Cada quien ha respondido como ha podido. Share This Previous ArticleOPINIÓN | Indígenas mexicanos en Nueva York, cercados por el coronavirus Next ArticleNOTA INFORMATIVA | La cadena trágica que desatan las muertes de migrantes mexicanos en EEUU 3 mayo, 2020
Una mujer en la comunidad de Unión de Peras en Malinaltepec en La Montaña de Guerrero. Foto: Miguel Dimayuga CIUDAD DE MÉXICO (apro).- Un estudio de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), publicado esta semana, avizora que la pandemia del covid-19 podría tener efectos perjudiciales en algunas de las regiones indígenas más pobres del país. Una de esas zonas de vulnerabilidad “muy alta” a “crítica” es la Montaña de Guerrero, donde empiezan a sentirse los otros estragos de la pandemia: la parálisis de las remesas (a causa de la muerte y el desempleo de los migrantes), que son el sostén de muchas familias; el disparo en el precio de alimentos básicos como el maíz; la obstrucción del transporte por el corte de caminos en las comunidades que decidieron protegerse del virus, como fuera; la carencia de agua potable en diversas comunidades, para lavarse las manos; la falta de fuentes de ingreso para que la gente pueda mantenerse en casa, y el pobre equipamiento de los hospitales y del personal sanitario. A decir de Abel Barrera, director del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan, de esas características está compuesto “el coronavirus de la pobreza”, el virus que mata a las personas más pobres. “La gente está asfixiándose económicamente, ése es el coronavirus de la pobreza: la asfixia ante la falta de alimentos y ahorita no resulta suficiente el apoyo que les hayan dado (los programas federales) a los discapacitados o a los adultos mayores, porque eso no logra cubrir las necesidades de las familias pobres”, destaca en entrevista telefónica. El antropólogo, quien hace 25 años fundó ese centro que atiende a personas mestizas, nahuas, me’phaas y nu’savis de los 19 municipios que conforman la región de La Montaña, entre los que se encuentran algunos de los más pobres del país, expresa que las condiciones actuales permiten avizorar que el impacto será dramático y podría haber “una hambruna”. Desde Tlapa, explica que las vulnerabilidades de la región son la falta de remesas, programas de emergencia alimentaria, campañas de salud, equipamiento y capacitación hospitalaria, y fuentes de ingresos. “Existe un caos en términos de que hay ausencia de autoridad, de apoyos, aunque algunas personas se guardan en sus casas, pero en otros lugares que son centros comerciales populares, como en Tlapa, la gente ha tenido que salir a vender cosas para sostenerse y hay un desorden, no hay ningún control”, expresa. De los municipios del país catalogados por la UNAM como de grado crítico de vulnerabilidad, 7.5% tienen en común que son rurales, con el porcentaje más alto de personas mayores de 60 años y una importante población indígena, escasos servicios de salud, tasas de marginación muy por arriba de la media nacional y, en algunos casos, alta posibilidad de recibir inmigrantes retornados. Todas estas características las comparte La Montaña. El “Índice de vulnerabilidad en México ante covid-19”, presentado el lunes, muestra con una combinación de color rojo las zonas críticamente vulnerables, y en marrón de vulnerabilidad muy alta, que es la región de La Montaña de Guerrero que colinda con Oaxaca y con una parte de Puebla. El coordinador del Programa Universitario de Investigación en Salud, Samuel Ponce, explicó las conclusiones que arrojó el estudio: “Los municipios vulnerables van a ser la fase 3 tardía de esta epidemia en el país (…) tienen poca visibilidad, socialmente y económicamente son grupos pequeños, poco poblados, con poco movimiento, económicamente muy frágiles y las consecuencias (para ellos) pueden ser particularmente graves y difícilmente visibles. “La infección será seguramente menor en número de pacientes en sus características intrínsecas y de mortalidad, pero el impacto global para estos municipios va a ser enorme y, desde luego, proporcionalmente más grave para las grandes urbes y para quienes vivimos en las grandes ciudades”, alertó. Pobres servicios médicos En la entrevista sobre la situación que se vive en La Montaña, Barrera estima que los hospitales no están capacitados y preparados para recibir enfermos, el personal médico no tiene equipo especial “para subir y atender a pacientes con síntomas”, y ni siquiera –dice– fueron surtidos con cubrebocas o gel antibacterial y tampoco existe coordinación entre autoridades de salud municipales. El defensor de derechos humanos afirma que en la región no se han realizado pruebas para detectar contagiados, y en el hospital de Tlapa, la cabecera de La Montaña, hay tres ventiladores, pero sólo uno funciona. “El hospital (de Tlapa) es de segundo nivel, es obsoleto, tiene más de 50 años construido, 32 camas ya destartaladas, no se han podido instalar más camas porque no han terminado la ampliación. Así atiende a 19 municipios, con más de 400 mil habitantes. Está muy lejos la realidad de la atención a la salud que requiere la población indígena: hay déficit y gran desproporción de la infraestructura médica para atender lo básico. No estamos preparados para atender una emergencia sanitaria que está a la puerta”. En términos preventivos, el antropólogo considera que se ha hecho poco. Indica que el delegado del gobierno federal en Guerrero, Pablo Amílcar Salazar, no ha respondido a las peticiones de ayuda y tampoco la subsecretaria federal de Bienestar, Ariadna Montiel; en cambio, con el gobernador Héctor Astudillo han tenido dos videollamadas donde hablaron del apoyo a los migrantes fallecidos en Estados Unidos, y para ayuda alimentaria a la población jornalera migrante que, después de las pizcas en otros estados del país, está regresando a sus municipios de origen. El gobernador les informó que en Chilapa –población ubicada a casi tres horas de distancia de Tlapa, y a muchas más de los municipios serranos– se habilita un hospital con 50 camas, operado por el Ejército (desconoce si ya llegaron respiradores porque no tenía). En los municipios de La Cañada y Tlapa, corredor colindante con Puebla, ya se han presentado unos 15 casos de contagio. En municipios como Tlapa –abunda– no hay autoridad que informe sobre las medidas que deben tomarse y tampoco se ven brigadas de salud que promuevan la “sana distancia”. “Las comunidades (indígenas) tomaron medidas del peligro que vieron por la llegada de sus mismos paisanos o familiares, sobre todo de Estados Unidos, y decidieron encapsularse. Lo contrastante ha sido la indiferencia y la indolencia de las autoridades municipales que lo que hicieron fue desentenderse, lo interpretaron como tiempo de vacaciones”. Esta situación la agrava la falta de agua potable en las colonias alejadas del centro de la cabecera municipal, así como en varias comunidades. “En Tlapa muchas viviendas no tienen servicio de agua potable en su domicilio. Se surte el agua cada ocho días en las colonias y se tiene que pagar 250 pesos. Por lo menos debería de haber una campaña de dotación de agua a través de pipas en las colonias más alejadas, más desprotegidas. Pero de plano se han desentendido. ¿Cómo vas a pedirles que se laven las manos si no tienen agua? Los 250 pesos es una carga más a la economía que no tiene alimentos”, expresa. Sin remesas y con encarcelamiento Por la parálisis de la economía informal que se vive en Estados Unidos a causa de las medidas de encierro y aislamiento por la pandemia, desde fines de marzo se cortó la recepción de remesas en la zona. “Las casas de cambio están desoladas, no hay dinero que esté llegando. Más bien estamos viendo que algunas familias se están regresando (de Estados Unidos), o los que tienen ahorros están depositando dinero para ayudar a sus hijos en Nueva York para que puedan comprar comida y pagar renta”. La Montaña es una región mayoritariamente rural y campesina, donde hay poco trabajo formal y asalariado, y donde los precios de la canasta básica han comenzado a subir. “Las remesas son las que sostienen la economía de las familias indígenas y permiten comprar maíz, frijol, medicinas, ropa para los hijos o los gastos de la escuela. Se ha quebrado la fuente segura de apoyo al sostenimiento familiar. Estamos pensando que la situación de falta de alimentos básicos se tornará dramática”, apunta el antropólogo. Un ejemplo, el bulto de 50 kilos de maíz que costaba 200 pesos, en dos semanas subió a 400. El encarecimiento se nota en el arroz, el chile, los granos básicos. Nota que, con la falta de ingresos y la carestía, la gente en vez de encerrarse en casa comenzó a salir a vender a la calle. “El comercio informal se ha multiplicado: es la única forma tanto de comprar un poco más barato como de vender y tener ingresos. El sector informal se está convirtiendo en tablita de salvación de Tlapa y las comunidades, pero la contraparte es que no están tomando precauciones. No tienen cubrebocas, no usan gel antibacterial, no toman cuidados para el contacto, no hay práctica de lavarse las manos, la sana distancia no cuenta”. El drama aumenta porque, según dice, las autoridades municipales se volvieron invisibles: “se han reducido a enviar oficios a los comercios establecidos”, pero no han puesto orden al comercio informal o creado programas emergentes de dotación de despensas o granos básicos para animar a la gente a quedarse en casa. “Hay un caos, no hay ningún control”. Migrantes muertos Otra de las preocupaciones del equipo del Centro Tlachinollan es el aumento de muertes de migrantes montañeses que viven en Estados Unidos, principalmente en Nueva York. Hasta el momento han registrado 31 casos de paisanos fallecidos, para cuya cremación las funerarias exigen entre mil 500 y 3 mil 500 dólares, y cuyos cuerpos podrían terminar en alguna fosa común. “Sabemos que Nueva York es foco rojo a nivel mundial y no se compara la transmisión que puede darse en una mega urbe a una región pobre; sin embargo, nos preocupa que sea desproporcional la atención del consulado hacia esa población económicamente activa, joven en su mayoría. Los indígenas más pobres de Guerrero son quienes los están ayudando”. Abel Barrera lamenta que los migrantes de La Montaña no tienen posibilidad de hacerse la prueba de contagio en Estados Unidos, no cuentan con información sobre lo que deben de hacer y carecen de apoyo para cremar a sus difuntos. “Entiendo que hay un trato migratorio que indica que los migrantes no cuentan y el drama se torna sumamente deshumanizante porque la gente tiene que encontrar consuelo en los que son de su misma estirpe, que es la familia pobre, que está desempleada, que de algún modo corre los mismos riesgos y tiene que pagar la cremación. Hasta para morir tienes que pagar ahora en tiempos de coronavirus y sale cara la muerte”. Algunas familias campesinas que recibían remesas que les ayudaban a sostenerse ahora tienen que enviar los ahorros a sus familiares en Estados Unidos. Al momento de la entrevista, Barrera estaba en pláticas con Astudillo para que los gobiernos estatal y federal apoyaran los gastos funerarios de los paisanos montañeses en Estados Unidos. Cierran el paso a paisanos El director de Tlachinollan menciona que, ante la inmovilidad de las autoridades gubernamentales, distintas comunidades mediante asambleas decidieron “encapsular” a la población, con lo que cerraron el paso a los paisanos que regresan de Estados Unidos o a familiares provenientes de las grandes ciudades. En algunos casos como en Totomixtlahuaca, municipio de Tlacopa, suspendieron las fiestas religiosas, a pesar de que perdieron más de 100 mil pesos porque ya tenían contratados a los grupos musicales que tocarían en los bailes y todos los festejos. En municipios como Ayutla, la policía comunitaria se encargó de hacer filtros sanitarios en los accesos de las comunidades para controlar las entradas y salidas de la gente. Esto se dio en parte de la Costa-Montaña. En lugares como Cocuilotlazala, municipio de Metlatónoc, como medida para evitar contagios se impedía el paso de camionetas por los caminos, lo que provocó mucha tensión porque era el paso a la cabecera municipal. En Malinaltepec, en el tramo Tlapa-Marquelia, las comunidades instalaron otros filtros para asegurarse que no haya visitantes. Y en la comunidad de El Carmen, en Ometepec, El Carmen, acordaron multas de 500 pesos a quienes no hicieran caso de aislarse de visitantes. Cada quien ha respondido como ha podido.