Tlapa de Comonfort, Guerrero, a 31 de agosto de 2021.- La desaparición forzada es una práctica que se ha ido extendiendo en muchos países como en México. Son violaciones multi-nivel que vulneran varios derechos en su cruce, entre los principales están los derechos a la seguridad y dignidad, a no sufrir tortura o tratos crueles e inhumanos, a un juicio justo y a la vida. Estas violaciones se ejercen no sólo contra la persona detenida o desaparecida, sino también contra sus redes familiares.
Desde el Centro de Derechos Humanos de la Montaña “Tlachinollan” se realizó una conferencia de prensa el lunes 30 de agosto del 2021, día en que se conmemora el día internacional de las víctimas de desaparición forzada. Ahí el relato de don Mario González, doña Cristina Bautista, padres de los 43 estudiantes desaparecidos el 26 de septiembre de 2014; Marco Antonio Suástegui, hermano de Vicente, desaparecido el 5 de agosto de este año; doña Austreberta y Alma Delia del Colectivo Luciérnaga se entrelazan en el tiempo y compartieron el mismo dolor, la angustia, pero también la esperanza de acceder a la justicia y saber la verdad.
Don Mario recordó los primeros pasos de la lucha por la presentación con vida de su hijo. A 7 años de la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa permanecen los mismos sentimientos de desesperación y de incertidumbre, sin conciliar el sueño. Las eternas horas de búsqueda de sus hijos y las protestas se fueron convirtiendo en una familia que vela continuamente por el bienestar mutuo. Es decir, que en éste caminar compartido han estrechado los lazos para juntos conseguir dar con la verdad. Además de exponer los retos a los que se han enfrentado, que lamentablemente no son ajenos para quienes tienen un familiar desaparecido, desde la falta de debida diligencia hasta la alta burocratización de los procesos que cansa a los familiares, pero que no han cejado ante la esperanza de volver a ver a sus familiares e hijos.
Cristina Bautista, madres de los 43 estudiantes de la normal rural Raúl Isidro Burgos, desaparecidos por miembros de las fuerzas armadas el 26 de septiembre del 2014, recuerda los vericuetos de pedir justicia, de acercarse a las autoridades para que buscaran a su hijo y de ver cómo los trámites se multiplican. También, habló de la importancia del acuerpamiento de las organizaciones sociales para enfrentar a un sistema de justicia enfocado en conseguir culpables y no verdades, más aún, incluso enfocado en ser opaco en los procesos y no dar responsables.
Marco Antonio, vocero del Consejo de Ejidos y Comunidades en Contra de la Presa la Parota (CECOP), organización de base campesina e indígena que se organizó para detener el megra-proyecto hidroeléctrico que pretendía instalarse en el municipio de Acapulco. La amenaza de perder sus tierras hizo que las comunidades del CECOP se organizaran para luchar. Sin embargo, fueron criminalizados por defender su territorio, del río Papagayo, su derecho a la organización y la autodeterminación al punto que varios enfrentaron carpetas de investigación, injusto encarcelamiento y el constante asedio de cuerpos judiciales que recriminaban sus acciones. En ese contexto que Marco Antonio es encarcelado junto con su hermano Vicente, después de que la defensa jurídica y una campaña de visibilización logran su liberación y al mismo tiempo reciben un reconocimiento que les colocaría en la mira de las autoridades judiciales. Vicente se retira de la vida pública para tomar un trabajo como chófer de un taxi en la ruta de Renacimiento a Acapulco centro, no obstante, aun tratando de mantener un bajo perfil es asediado por policías que le ubicaban por su activismo y que le señalaban constantemente para intimidarlo. El 5 de agosto es perseguido por hombres que iban a bordo de una camioneta roja cerrada, que finalmente le cierran el paso y lo suben dejando su taxi abandonado, y a su familia en la incertidumbre. Hasta la fecha se han realizado un par de búsquedas para dar con su paradero, aunque hace falta el compromiso de las autoridades responsables quienes han realizado la mayoría de las actividades sin mutua coordinación y casi obligados por las movilizaciones de colectivos y organizaciones sociales.
Finalmente nos compartieron su testimonio compañeras del Colectivo Luciérnaga, quienes se organizaron a raíz de la desaparición del defensor Arnulfo Cerón Soriano, para buscar y exigir a las autoridades acciones prontas y eficientes. Después de varias búsquedas y de la presión ejercida se pudo encontrarse el cuerpo de Arnulfo. Sin embargo, este es un caso excepcional en un país en el que la herida no ha sanado del todo, en el que se siguen encontrando restos que no han sido identificados y que se llena día con día de fosas y desaparecidos. Las compañeras del Colectivo Luciérnaga siguen a la espera de esa luz en la oscuridad pantanosa que es la injusticia y la impunidad, por eso resulta tan importante y un síntoma tan claro de la inoperancia estatal, que sean los colectivos sociales los que salgan a buscar a sus familiares y no las autoridades.
Teniendo en cuenta lo expuesto, familiares exigen la pronta y eficaz dedicación de recursos y esfuerzos para resolver la crisis de desaparición que nos acucia y que no es posible resolver desde lo individual, sino que requiere de decisión política y acción conjunta para detener así la impunidad y restituir a las familias que han padecido el viacrucis de perder a un familiar en el trayecto. Esto sin dejar de lado a las y los compañeros que en la espera de la justicia ya no nos acompañan, sea por temas de salud que se han agravado en la pandemia del coronavirus, que también ha venido a evidenciar las falencias de nuestro sistema.
En un estado libre es imperativo que se tomen acciones para la restitución de la memoria individual y colectiva de quienes nos faltan, porque sólo de esa manera, siendo fieles a los principios de derechos humanos, es que se puede construir un estado verdaderamente democrático, que respete y escuche las opiniones plurales de su ciudadanía y que respete y rescate las voces de quienes, por omisión o comisión, ya no están entre nosotros.
¡Porque vivos se los llevaron y vivos los queremos!
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